19-10-2021
RENACER
BIG – Bjarke Ingels Group, X-Architects, James Corner Field Operations,
Emiratos Árabes Unidos, Copenhague, Dinamarca, Nueva York, Estados Unidos, Peccioli (PI), Italy,
De residuos a centrales energéticas,
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Los montones de basura nos hablan insistentemente sobre el concepto de lo 'desechable' profundamente erradicado en la cultura consumista de hoy día, sobre la gran cantidad de basura que se produce diariamente y se abandona con la misma frecuencia y desidia, pero la continuidad de la narración, jugando con los contrastes, nos invita a reflexionar sobre la posibilidad de renacer. Es frecuente que esta pareja se concentre en el concepto de la dualidad de los opuestos, alternando lecturas binarias que se nutren de las dualidades antitéticas más debatidas en nuestra sociedad, como, por ejemplo, la contraposición entre alta cultura y la anticultura, el hombre y la mujer, la artesanía y la basura. La obra de arte que nace de los productos de desecho es de lo que deseo hablar, ese proceso mágico, alquímico, que logra transformar lo feo en bello, lo que ha quedado relegado a algo que nos impacta porque ha descubierto una forma expresiva nueva y una nueva capacidad de hacernos creer en una auténtica redención.
Y es con este objetivo ejemplar que hace muchos años atrás, hacia finales de los años 90, Peccioli, un pequeño pueblo de tierra adentro en Toscana, ha sabido demostrar asumiendo con un fuerte espíritu de emprendimiento y con valentía la responsabilidad que su circunscripción rechazaba unánimemente con actitud obstinada y hostil. La gestión del vertedero de la cercana localidad de Legoli, que servía a seis alcaldías y que presentaba graves problemas que despertaban mucha preocupación por el medio ambiente. Esta compleja situación llevaría al ayuntamiento, guiado por el alcalde Renzo Macelloni, a tomar una decisión que no podía esperar más, enfrentándola con la competencia y capacidades de algunos colaboradores, que sugirieron la realización de un proyecto de recuperación y una instalación de tratamiento que contribuirían a fomentar iniciativas que hasta ese momento en Italia se consideraban inconciliables en entornos como éste. Fue en 1997, con la aprobación de la ciudadanía, que
Inmensas y monolíticas presencias nos impresionan con la fuerza magnética y catalizadora de su enorme tamaño y, en el acto de surgir del terreno a lo largo del tramo perimetral de esta área, se nos presentan como los posibles guardianes de este espectacular y futurista escenario, palco escénico no demarcado por límites, que alberga conciertos de música clásica, funciones de teatro y desfiles de moda, con un anfiteatro tanto inesperado como seductor. El potencial imaginario del arte contemporáneo sintetiza y subraya simbólicamente la función regenerativa de este ‘Triángulo Verde’, como suele ser llamado, con intervenciones que se repiten y definen aquí y allá la superficie, expandiéndose y desbordándose con su impetuosa carga innovadora también por los alrededores. Las notas vibrantes del muro súper colorido que rodea la planta, obra del artista inglés David Tremlett, famoso por sus Wall Drawing repartidas por todo el mundo, se difunden hasta la aldea medieval. Y son realmente muchas las instalaciones site-specific de importantes artistas italianos e internacionales que se suceden y que actualmente acompañan, ritmando el recorrido a través de las callejuelas de Peccioli, a este pequeño pero muy atractivo pueblito que gradualmente está conquistando, con sus deseos de hacer y su pasión por la belleza, la emulación de muchos otros pueblos limítrofes.
La innovación tecnológica es uno de los componentes esenciales que, gracias a la energía limpia, ha favorecido y contribuido con el éxito de esta bioeconomía rentable, administrada como una operación participativa que promueve el arte y la cultura para defender el propio territorio, como una ayuda a la colectividad y apertura hacia el mundo exterior. Esta misma tecnología de vanguardia que ha hecho posible activar una experiencia que se está imponiendo más allá de las fronteras nacionales, siguiendo la ramificada proliferación del arte a partir del vertedero, invade las calles del burgo con uno de los primeros experimentos de robótica social, robots que participan activamente para realizar las tareas de todos los días y colaboran con quien está necesitando ayuda. La fuerza de renacimiento de este propulsor de fermentos que devora toneladas de basura y devuelve igual cantidad de energía, contagia con su impacto positivo a toda una comunidad. Una cuestión de desechos que genera una historia de audacia y pragmatismo, una historia realmente virtuosa que, a través de las ‘buenas prácticas’, decisiones que contemplan iniciativas sostenibles, tanto ecológicas como participativas, ha enriquecido a la colectividad otorgándole bienestar y belleza. Un ejemplo que en el Pabellón Italia, durante la edición actual de la Bienal Internacional de Arquitectura de Venecia, se ha puesto como modelo ejemplar de Comunidad Resiliente, por su capacidad, por haber sabido transformar una amenaza en una oportunidad, por y haber sabido recobrar, gracias a una decisión difícil y radical, el futuro basado en la ecosostenibilidad.
Entre estos ejemplos de salubridad reencontrada hay otro experimento que se está llevando a cabo, que impacta por su búsqueda de un futuro sano para la vida de una megalópolis. En 2030 habrá un parque que tendremos el gusto de visitar, será el más grande de Nueva York desde hace más de un siglo, tres veces más grande que el Central Park, pero lo que lo hace más especial, además del tamaño, es su origen, que inicia con la transformación de lo que anteriormente era el vertedero más grande del mundo. El parque, gracias al diseño, a la ingeniería y a la recuperación del medio ambiente, enfatizará, mediante significativos motivos expresivos, su renacimiento, en la óptica de la sostenibilidad ambiental, simbolizado por la repoblación de la fauna y de la flora selvática y una miríada de actividades físicas y recreacionales, culturales y artísticas.
Corría el 2001 cuando dejará de recibir desechos. A raíz de un concurso internacional, el estudio de arquitectura paisajista James Corner Field Operations, con la colaboración de expertos que estudiaban el terreno saneado, comenzó en 2008 la primera parte de un proyecto que contemplaba un arco temporal de 30 años, dividido en tres fases. Cuatro montañas gigantescas, anteriormente montones de basura, con ríos que atraviesan el centro del paisaje, constituyen la topografía que animará una amplia red de senderos, riachuelos recreacionales, excursiones naturales, en un parque altamente interconectado. Pero lo que resulta aún más increíble del programa, como lo ha afirmado el New York Times, es que “Nueva York” “haya renunciado a una parcela de terreno tan grande como Lower Manhattan al sur de la calle 23 y la haya entregado sin haber recibido ninguna compensación económica”.
Quizás un acto público debido puesto que el proyecto, al momento de su concepción, no era precisamente una expresión real de sostenibilidad. La naturaleza se está sanando a lo largo de estos 2.200 acres de la costa occidental de la isla, cerrados por primera vez a la llegada de basura, y lo que está sucediendo es visiblemente maravilloso. Se han llevado cabras debido a su capacidad de restauración del medio ambiente y se dice que bandadas de aves están animando el renovado escenario, con gran cantidad de garzas y murciélagos, manadas de animales a lo largo de los senderos y que, inclusive, las cámaras encondidas han capturado a un lobo rojo mientras jugaba a orillas de los bosques que siguen creciendo. Y el milagro parece no haber alcanzado su ápice, porque la Fundación Freshkills Park Alliance, organización no-profit que administra el parque y que lo financia, afirma que lo mejor aún está por llegar. Cuando el parque por fin abrirá, tendremos que hacer caso a la sabia amonestación de Robert Sullivan, autor apasionado de textos sobre el medio ambiente y definido por el New York Times Book Review como ‘un Thoreau urbano’. Sullivan nos invita a pensar en Freshkills no solamente en términos del increíble milagro de sostenibilidad que se ha logrado, sino también a “ verlo como un recordatorio de los que las ciudades consumen, esas montañas están hechas de nuestra basura. Y tenemos que recordar lo que significa que el crecimiento de las montañas se haya detenido”.
Hay otra situación interesante que nos muestra dos intervenciones unidas por el esfuerzo de rehabilitar un ecosistema dañado. La primera comenzó en 2005 y su intención era limpiar y sanear de las sustancias químicas tóxicas a una antigua concatenación de zonas húmidas a lo largo de la costa del Golfo Pérsico, en los emiratos, que se había convertido en vertedero de aguas residuales y de desechos, mientras que la segunda es un gesto que ha prodigado la arquitectura cuando, tras años de dedicación apasionada, toda las zona fe saneada y se reestableció el fascinante entorno salvaje original. Fueron sembrados más de 35.000 árboles y 350 especies diferentes de aves han regresado, sin hablar de la zona especialmente estudiada para recibir a más de 30.000 aves migratorias cuando por allí pasan. En este entorno de auténtica y sensible preservación tiene cabida una intervención de arquitectos igualmente respetuosos, que buscan encontrar el equilibrio entre la necesidad de dar a conocer situaciones ecológicas urgentes, educando para un futuro más responsable, y la sincera preocupación de mantener al huésped como observador invisible y lejos de cualquier acción que pueda perturbar. Es así que nace el Wasit Wetland Center, inaugurado en 2015, en armónica sintonía con esta magnífica Reserva Natural y su ecosistema. Un terreno variado que, extendiéndose entre dunas de arena, lagunas de agua salada o estanques de agua dulce, garantiza alimento y la supervivencia de la abundante fauna y flora selvática y protege el ecosistema.
El artífice del diseño y del plan maestro de coparticipación es el grupo X-Architects, de Dubái. Sencillez y respeto definen un lenguaje que, sacando provecho de la topografía natural, se expresa a través de tres delgados paralelepípedos como lenguajes minimalistas en extremo. Uno de éstos, enterrado en las dunas de arena, sugiere un ininterrumpido y discreto ventanal, un poco inclinado, que permite que los visitantes, sin reflejos y sin que se perciba su presencia, admiren las aves tranquilamente en su hábitat, y se completa e interseca con los demás elementos lineales formando un interesante juego de aparentes nervaduras que se ramifican y extienden a lo largo de una superficie de 200.000m2. El codiciado reconocimiento del Aga Khan Award for Architecture en 2019 refuerza su excelencia arquitectónica y el profundo compromiso con la ecología de este proyecto de colaboración, y será la primera vez que un trabajo realizado en los Emiratos Árabes Unidos recibe este prestigioso honor.
Quisiera concluir dedicando el final a Dinamarca y a su ‘capital verde’, Copenhague que, hablando de formas constructivas para adaptarse y transformarse frente a los retos excepcionales que se vislumbran a causa de los efectos del cambio climático, merece con seguridad la debida atención por cómo desde hace años están trabajando en ello, intentando responder y adecuarse positivamente, digamos de modo resiliente, a la crisis climática y a los escenarios ambientales en cambio constante. Hace unos diez años Bjarke Ingels ganaba un concurso internacional con su propuesta de convertir en pistas de esquí las pendientes del tejado de un nueva planta de conversión de residuos, CopenHill, a 5 km de la cuidad. El trabajo de ingeniería altamente sofisticada, conducido por un equipo multidisciplinario de expertos, ha hecho posible que una estructura, normalmente considerada contaminante, cumpliera una acción de eliminación de desechos limpia y permitiese el crecimiento de árboles y arbustos en su techo, la creación de senderos para excursiones, rincones dedicados a los juegos y a los deportes, paredes para trepar, en fin, un auténtico natural, exuberante y sólido parque recreacional urbano, además de una pista de esquí de más de 500 metros.
“Un generoso ‘regalo verde' que hará radicalmente más verde el área industrial adyacente. Copenhill se convierte en el hogar de aves, abejas, mariposas y flores, creando un vibrante espacio verde y formando un ecosistema urbano completamente nuevo para la ciudad de Copenhague”, afirma Rasmus Astrup, socio de SLA, fervoroso laboratorio de intervenciones de paisajismo que se traza como objetivo encontrar una mediación entre la naturaleza y la arquitectura. El grupo ha colaborado con el proyecto, logrando resolver retos difíciles y obtener este resultado tan admirado y apreciado.
Virginia Cucchi
Credits:
Cover: Peccioli, Fondazione Peccioli Arte, http://www.fondarte.peccioli.net/
01-03: Tim Noble & Sue Webster, Flickr, CC, foto di Lux & Jourik : http://www.timnobleandsuewebster.com/
04-13: Peccioli, Fondazione Peccioli Arte & Belvedere Spa: https://belvedere.peccioli.net/ | http://www.fondarte.peccioli.net/
14: Freshkills Landfill, Staten Island, New York, foto di Staten Island Museum Archives
15-18: Freshkills Landfill, Staten Island, New York, Flickr, CC, foto di James Dunham : https://freshkillspark.org/
19-29: Wasit Wetland Center, UAE, X Architects, Aga Khan Cemal Emden & Nelson Garrido : https://x-architects.com/
30-37: Copenhill, Copenhagen, BIG Architects, foto di Laurian Ghinitoiu, Aldo Amoretti, Rasmus Hjortshoj, and SLA : https://big.dk/#projects