25-05-2020

ONSTAGE: ENTREVISTA A ALESSANDRO MELIS 

Alessandro Melis,

Interview,

“Si queremos ver la grandeza en la vida, debemos renunciar a nuestra visión egoísta y antropocéntrica de la evolución y aprender a verla como Darwin, como fuente casual, pero incomprensiblemente llena de una infinidad de formas bellísimas y maravillosas. Cualquier visión racional de la naturaleza nos dice que somos una simple rama de una inmensa mata”, - Stephen Jay Gould



<strong>ONSTAGE: ENTREVISTA A ALESSANDRO MELIS </strong>
Continúa, con esta segunda parte, la entrevista a Alessandro Melis, un hombre al que resulta un verdadero placer escuchar, aun si la profundidad y vastedad de su cultura, que va de la arquitectura a la biología y de la paleoantropología a todos los sectores especializados que complementan una investigación basada en una multidisciplinaridad realmente extraordinaria, nos hace tener la impresión de no estar al mismo nivel, por el hecho de no conocer la mayor parte de las teorías que expone, todas ellas diferentes y extremadamente interesantes, que nos hablan de un vínculo ancestral y, a la vez, actual, entre hombre y naturaleza, que evoluciona en el respeto mutuo, sin que haya intención de usurpación o dominio sino de encontrar el equilibrio y la armonía de una relación, por decirlo de alguna manera, simbiótica. Sus explicaciones me han llevado a un mundo que no conocía y que poco a poco está captando mi interés y me está apasionando.

Alessandro es también un hombre de una amabilidad exquisita, dotado de una fina ironía que lo lleva incluso a hablar de los momentos más amargos con distancia y filosofía. Es un gran educador y, como tal, imparte importantes lecciones de vida, haciéndonos entender, con su extrema mesura y gran sabiduría, que incluso las situaciones menos favorables y claramente frustrantes pueden ser superadas con mucha voluntad y espíritu de dedicación. Es lo que ha sabido demostrar en una carrera académica llena de satisfacciones, pero también plagada de duros sacrificios y de encuentros que, muy a menudo, no han sido de apoyo y ayuda. Han sido sobre todo las mujeres las que, en el mundo universitario, como nos explica él mismo, han creído en sus grandes capacidades y le han ayudado a proseguir sus esfuerzos, tan apreciados a nivel internacional. Esto, como mujer, me ha gustado mucho porque es justamente de parte de quienes, a veces, se considera que tienen poca autoridad que nos viene la demostración de una mayor libertad de decisión y de un comportamiento decididamente mucho menos convencional que el de los que no siempre toman partido por la defensa de una verdadera meritocracia. Su trabajo de investigación se combina con la capacidad de comunicar y hablarnos a través de una mano que, con gran fuerza expresiva, logra arrastrarnos a visiones de mundos desconocidos pero, a la vez, fascinantes, mundos que, con fuerza magnética nos atraen hacia paisajes casi primordiales, escenarios lunares o quizá visiones de un mundo que vendrá.

4—“En los momentos de crisis, según la ciencia del comportamiento, el cerebro pasa del pensamiento analítico al pensamiento asociativo. Impulsada por el pensamiento asociativo, la arquitectura tiene el poder de crear soluciones verdaderamente radicales y fantasiosas. La supervivencia podría residir en la capacidad de conectar y reconfigurar un almacén de características, tecnologías y funciones existentes frente a la ambigüedad y a la incertidumbre”. Es, en cierto sentido la síntesis de lo que usted ha planteado durante un seminario que tuvo lugar en la Norman Foster Foundation, en febrero de 2020. ¿Podría explicarnos más extensamente este concepto?

Entre 200.000 y 90.000 años atrás, el hombre desarrolló la creatividad, una característica que permaneció casi imperceptible hasta que, hace 40.000 años, empezó a manifestarse en todo su exuberancia. Los paleoantropólogos se preguntaban de qué modo la estructura del cerebro había contribuido al nacimiento de la creatividad y, dado que esas características estaban ya presentes hace 200.000 años, qué condiciones contribuyeron a su proliferación miles de años después. La implicación de equipos interdisciplinares de investigación ha permitido descubrir que la respuesta a la primera pregunta está en el aumento de las conexiones neuronales del cerebro. Es decir, no tanto en su aumento de volumen como en su compleja interconetividad. La respuesta a la segunda pregunta está conectada con el cambio medioambiental que, evidentemente, estimula la modalidad de pensamiento creativo. Por tanto, se puede concluir que la creatividad es un mecanismo de supervivencia alternativo al del pensamiento lineal, que es la modalidad estándar de supervivencia. Así, la creatividad pasa a ser esencial en condiciones de crisis, cuando los cambios son tan rápidos y extremos que hacen necesaria una modalidad de supervivencia más radical. Desde el punto de vista de las neurociencias, arte, tecnología y ciencia constituyen manifestaciones de la creatividad y del pensamiento asociativo. En síntesis, la creatividad es la manifestación del pensamiento asociativo, resultante del aumento de conexiones en el cerebro. El pensamiento asociativo se nutre de informaciones de diferentes procedencias, podríamos decir que es transdisciplinar y que tiene la característica de no estar focalizado hacia un objetivo predefinido. Es ese ‘vagar con la mente’ que nos lleva también a lugares inesperados, que, a veces, asociamos con la fantasía. Por ello, la creatividad es un instrumento potentísimo que podemos utilizar cuando el conocimiento que deriva de la experiencia, que guía el pensamiento lineal (según la cadena causa-consecuencia), deja de ser eficaz a causa de una crisis medioambiental, social o de otra naturaleza.

5—La tarea de la arquitectura del futuro será, si he entendido bien, una radical reconfiguración espacial del entorno construido que se pueda adaptar más fácilmente a condiciones medioambientales extremas. ¿Una arquitectura que podría ser una evolución de la practicada actualmente o bien que implicaría una revolución total?

Si continuamos con el razonamiento sobre la creatividad como instrumento de revisión radical de los paradigmas convencionales, deberemos esperar una revolución de la arquitectura, en discontinuidad respecto al modo de construir de hoy que, con los datos en la mano, está entre las causas de la crisis. A corto y a medio plazo, puede tener sentido readaptar el modo en que proyectamos y construimos para responder rápidamente a los impactos negativos de la crisis medioambiental. Este es el sentido de la arquitectura sostenible. Algunos de los proyectos de Heliopolis 21, como el polo SR1938 de la Universidad de Pisa, entran en esta corriente. Pero, a largo plazo, debemos pensar en nuevos paradigmas que sancionen una alianza ecológica entre hombre y naturaleza o, mejor dicho, un retorno del hombre al álveo de la ecología. Me doy cuenta de que la resiliencia radical puede malentenderse. Hace tiempo me preguntaron qué pasaría con las ciudades y los edificios existentes. En realidad, el cambio de paradigma debería atañer a los procesos de diseño y, por definición, ser parte de una reorganización global de las modalidades de asentamiento de los hombres en la troposfera y de su coexistencia con las otras especies. Un proceso revolucionario no debería, pues, excluir el entorno construido. Lo que debería hacer es contaminarlo. Me refiero a la necesidad de reinterpretar tanto la regeneración como la nueva construcción en clave ecológica. Por definición, la resiliencia implica la variabilidad y la redundancia de las opciones con las que podemos contar, más allá de las tendencias que nosotros nos imaginamos construyendo escenarios evolutivos exclusivamente lineales. No es relevante imaginar qué aspecto tendrá la ciudad del futuro, si no es como instrumento de activación del pensamiento asociativo. No como visión cristalizada a la que deba tender el diseño. Así, el cambio de paradigma se dirige más a instrumentos que nos permitan proyectar a través de procesos que puedan conducirnos hacia múltiples escenarios, cada uno de los cuales puede responder a condiciones previsibles o imprevisibles. No es que no existan ideas asimilables a esta en arquitectura. Pensemos en la Endless House de Kiesler, los oasis de Haus Rucker Co, el Arché de Raimund Abraham o, más recientemente, el énfasis en la computación (del diseño generativo al agent based modelling). Pero quizá ha faltado la clave adecuada de interpretación de estas investigaciones, que la biología, a través del estudio de los procesos de adaptación a las condiciones medioambientales, podría garantizar. Me vienen a la mente, por ejemplo, los conceptos de autopoiesis de Humberto Maturana y Francisco Varela, y la exaptación (cooptación funcional) de Stephen J. Gould, que ofrecen enormes oportunidades, incluso prácticas, para el diseño. La transposición de cada una de las hipótesis citadas, en arquitectura, implicaría poner el énfasis en el proceso o en el genoma de la misma. Nunca en su aspecto o en lo que deba hacer desde el punto de vista funcional.

6—¿Qué instrumentos o técnicas utilizará esta arquitectura que usted cree que podrá invertir la tendencia degenerativa de alta intensidad energética de la ciudad?

También en cuanto a esto, en mi opinión, se puede dar una respuesta inmediata. Por ejemplo, los nexus food-energy-water-waste contribuyen ciertamente a la inversión de tendencia. Si la ciudad contuviese los instrumentos adecuados de integración para la producción de los alimentos, para la generación de energía de fuentes renovables, para la gestión del agua y para el reciclaje de los residuos, en una lógica de metabolismo urbano circular, la tendencia degenerativa podría ser contenida y mitigada. Desde la perspectiva estratégica, en cambio, es necesario explicar la necesidad de un paradigma tomado en préstamo de la biología. Ante todo, garantiza la posibilidad de imaginar un proceso que encuadre, de la mejor manera posible, las opciones de adaptación al entorno en base a una experiencia de algunos centenares de miles de años, limitándonos solo a la paleoantropología. Nosotros, en cambio, hemos construido nuestras certezas en base a un brevísimo periodo al final de los diez mil años, en que se ha afirmado, en el imaginario colectivo, una tendencia hacia la planificación determinista. La perspectiva temporal de la biología de la evolución sugiere que la variabilidad y la redundancia de formas y de oportunidades, en oposición a una visión monobloque de la ciudad, pueden contribuir eficazmente a la resiliencia de las estructuras urbanas. Durante la fase heroica del movimiento moderno, hemos mostrado una inquebrantable confianza en la idea de progreso, entendida como tendencia hacia la industrialización, la especialización, en urbanismo la zonificación, y en arquitectura en el énfasis en los procesos de estandarización, modularidad y racionalidad. No hemos dudado, hasta los años sesenta, del éxito del binomio inseparable entre automóvil y carretera. Después de menos de ochenta años, ninguno de los paradigmas citados ha resistido al impacto de la crisis. Ahora está claro que también hoy, bajo la presión de la crisis medioambiental, la transformación de una ciudad, en clave exclusivamente verde, entendida como ciudad sin automóviles y con solo carriles para bicicletas, como se oye en muchas partes, es ciertamente deseable, respecto a la ciudad convencional. Pero, al mismo tiempo, sin una adecuada reflexión sobre los procesos de diseño, también estos cambios serían el resultado de una convicción basada en la lógica lineal, como la del movimiento moderno y, por consiguiente, arriesgada desde el punto de vista de la resiliencia a largo plazo. En otras palabras, un futuro resiliente no puede basarse en una visión unidireccional que encuadra la visión de la ciudad en una imagen de progreso. Es justamente la biología de la evolución la que nos lo enseña, con la crítica darwiniana. Y, más recientemente, Stephen J. Gould, con el llamado Huxley’s chessboard. En definitiva, la resiliencia se basa en la multiplicidad de opciones, muchas de las cuales podrían revelarse como callejones sin salida. Otras, inesperadamente, podrían ser cooptadas funcionalmente de un modo del todo imprevisto e inesperado. Respecto a la crisis medioambiental, por ejemplo, Ámsterdam ha demostrado ser una ciudad mucho más resiliente que Los Ángeles, no solo porque está dotada de carriles para bicicletas, sino porque es capaz de ofrecer 5-6 opciones diferentes de transporte. Paradójicamente, se podría decir que muchos de los aspectos que hacen que Ámsterdam sea especialmente resiliente son justamente los que provienen de su naturaleza histórica, de visiones y proyectos que no habían tenido en cuenta el escenario de crisis actual. ¿Cómo pueden mejorar nuestras ciudades extendiendo los conceptos de variabilidad y de redundancia de relaciones también a las modalidades de diseño, aparte de a la ciudad construida en forma de opciones disponibles? 

7—Creo que algunos temen que esta arquitectura, que estará basada en la heteronomía y en la coparticipación de sectores que hasta ahora no han sido utilizados, pueda perjudicar el aspecto creativo e individual del diseño. ¿Cómo justifica este temor?

Lo encuentro injustificado. La errónea convicción de que existe un progreso coincidente con una posición de privilegio del hombre respecto a una presunta escala evolutiva nos lleva a concluir que nuestra capacidad creativa es la prueba de nuestra condición de competición respecto a la naturaleza. En términos freudianos, que la posición edípica frente a la ecología y la prometeica deben coincidir. En cambio, arte, tecnología y ciencias, según la paleoantropóloga Heather Pringle, son expresiones equivalentes del pensamiento asociativo, que se manifiesta a través de la creatividad. Así, desde el punto de vista de las neurociencias, la creatividad es un mecanismo ecológico y endógeno respecto a la evolución y se nutre de transdisciplinariedad. El fenómeno de la poligrafía renacentista es un ejemplo de ello. La autonomía de la arquitectura es, pues, el fin de la creatividad. En cambio, la idea de que el diseño no antropocéntrico puede inspirarse en la biología de la evolución, en oposición al diseño determinista, implica que la creatividad es parte de este proceso evolutivo ecológico y no alternativo al mismo.

8—El mensaje del Pabellón Italia en la próxima Bienal de Venecia, del que usted ha sido nombrado comisario, será amplificado por la polifonía de una comunicación muy variada y conectada con la expresión de los instrumentos contemporáneos de masa. ¿Puede explicarme cómo ha pensado en este tipo de enfoque?

Las decisiones políticas sobre las cuestiones medioambientales han sido muy influenciadas, a menudo, de modo distorsionado, por los medios de comunicación de masas, a pesar de la certeza, desde los años noventa, de la existencia del calentamiento global y de su origen antrópico. Tengo la impresión de que la comunidad científica ha subestimado la importancia de la divulgación. El impacto comunicativo de las artes creativas e industriales es enorme en nuestra sociedad, sobre todo en las nuevas generaciones y, por ello, a fin de que la sociedad pueda disfrutar de los beneficios de la investigación, además de la academia, es necesario que sus contenidos sean accesibles a través de estos instrumentos. 

9—Hablando de escenarios visionarios que plantean imágenes de ciudades futuras muy diferentes de las actuales, no resulta fácil encontrar el gusto y el consenso de la multitud y, fácilmente, estas representaciones particularmente innovadoras son recibidas como visiones distópicas. ¿A usted le parece que lo que digo es verdadero?

Totalmente verdadero. Es difícil hablar hoy de distopía porque es una categoría que atañe a la civilización humana como la hemos conocido. La distopía está indisolublemente asociada a los mecanismos de defensa que se activan frente a experiencias sensoriales específicas, como el miedo a la oscuridad y el malestar que produce la visión de la sangre. Si las reglas del juego cambian, corremos el riesgo de no estar preparados y confundir la falta de familiaridad con la distopía. El peligro ya no es el tigre con los dientes afilados que se mueve en la oscuridad y las fortalezas de piedra no nos protegen contra los gases de efecto invernadero que, invisiblemente, invaden el cielo azul sin alterar su belleza. Por ello, la arquitectura debe ser transdisciplinar y no acomodarse a los consensos fáciles de las partes inerciales de la sociedad. Sobre todo en arquitectura, lo que estéticamente nos resulta más familiar, podría ser hoy más peligroso que lo que puede aparecer ajeno.

10—¿Qué dibujante del mundo de la arquitectura le fascina especialmente?

Para mí, Lebbeus Woods sigue siendo un maestro insuperable.

11—Usted es un educador, un rol que considera muy importante. Yo también creo que en el mundo actual es realmente necesario que haya personas que consideren que esa es su misión. En su opinión, ¿qué debe saber trasmitir un educador a los jóvenes que lo siguen con entusiasmo y admiración?

En pedagogía decimos que las crisis globales han modificado los límites del llamado espacio liminal del conocimiento. Más que transmitir conocimientos, pues, el educador debe saber activar la capacidad creativa de los estudiantes. Ciertamente, el nuevo Leonardo da Vinci pertenecerá a las futuras generaciones, no a la mía. Los de la mía pueden aspirar, como máximo, a convertirse en Andrea del Verrocchio. Pese a que, de todas maneras, es una perspectiva ambiciosa, muchos de nosotros la encuentran, en principio, difícil de aceptar. Tener que admitir que nuestros conocimientos son, en gran parte, obsoletos, si no perjudiciales, puede llevar a algunos a desear que muera Sansón con todos los filisteos. Y diría que, entre los académicos de la arquitectura, los narcisismos no escasean. 
 
12—¿Cuando pronuncia conferencias, he visto, a menudo, que dedica una parte a los trabajos muy innovadores de sus alumnos. Una atención que generalmente uno no espera de un profesor.

No se trata de generosidad. Si verdaderamente los límites del conocimiento han cambiado y si la metáfora del taller del Verrocchio tiene sentido, el trabajo de los estudiantes que han sido expuestos a la transdisciplinariedad y a los llamados métodos de enseñanza híbrida debe considerarse como auténtica investigación y tan digna como la mía.

13—Usted fundó un estudio en Italia, pero decidió llevar a cabo su investigación y sus experimentos en Inglaterra. Sin, naturalmente, referirme al momento actual, particularmente grave, ¿cómo ve el sector académico y el de la investigación en nuestro país?

Admito que lo conozco poco. Tras algunos años de enseñanza en Austria y en Alemania, me formé, como académico, en el mundo anglófono, primero en Nueva Zelanda y hoy en el Reino Unido. Más allá de las cuestiones sobre la meritocracia, no me ha pasado desapercibido que el acceso al mundo académico en el mundo anglosajón se basa en reglas claras y simples que permiten también el acceso ‘paralelo’ (como me sucedió a mí y a muchísimos otros), mientras que, en Italia, la pertenencia a una determinada escuela de pensamiento parece desembocar en formas esotéricas de acceso que, aún hoy, no soy capaz de comprender, quizá por mis límites intelectuales. Sin embargo, no tengo ninguna duda de que la valoración positiva de mi perfil, siempre considerado anómalo en el mundo académico italiano, se debe al coraje de las comisiones de selección casi enteramente formadas por mujeres en Nueva Zelanda y siempre presididas por mujeres en el Reino Unido, igualmente poco convencionales (si se comparan con el mundo académico italiano). Entre estas, no podría estar más agradecido a personas como Elisabeth Aitken Rose, Julia Gatley, Diane Brand y Pam Cole. Aún hoy, sorprendentemente, algunos colegas italianos me preguntan a quién conocía en Auckland o en Portsmouth antes de mandar mi solicitud de admisión.

Virginia Cucchi


Créditos: 
Heliopolis 21 Architetti Associati:
https://www.heliopolis21.it/
Dibujos de Alessandro Melis 

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