03-12-2019

VALENTÍA 

Frank Lloyd Wright, Michael P. Johnson ,

Cave Creek, Arizona ,

Michael P Johnson ,

"Entiéndeme. No soy como un mundo ordinario. Tengo locura, vivo en otra dimensión y no tengo tiempo para cosas que no tienen alma”- Charles Bukowski 



<strong>VALENTÍA </strong><br />
Vivimos en una época donde la incesante búsqueda de novedades no nos da tregua. La normalidad nos asusta y no tenemos la valentía de aceptarla, con la angustia acuciante de permanecer en la monotonía del anonimato y no conseguir suficientes me gusta en nuestro perfil en las redes. La exageración forma parte de nuestra vida: intentar sorprender y generar adrenalina no es solo un componente de los contextos cinematográficos, sino que es parte del comportamiento diario de la mayoría. Cuanto más exaltamos las novedades e idolatramos la extravagancia, con el objetivo de conseguir visibilidad y aprobación general, más nos adaptamos a un banal conformismo y, paradójicamente, las cosas más sencillas adquieren un atractivo especial. En relación a esto un amigo me contaba con arrobo cuánto le había entusiasmado la experiencia de vivir, mientras rodaban escenas de una película en un islote perdido del Pacífico, entre personas que aún no han sido invadidas por la civilización del consumismo, donde a una lata de Coca-Cola la llaman ‘happiness’ (felicidad), porque representa un placer que no forma parte de la rutina cotidiana.

Cuando digo valentía no me refiero a esas decisiones un poco radical-chic de la serie ‘dejo todo y me voy a navegar por los mares del Sur’ o ‘me retiro a un monasterio zen a meditar en silencio sobre el misterio de la vida’: reacciones que duran el tiempo de la exaltación. Pienso más bien en alternativas con un gusto menos retórico, que suenen más auténticas, determinadas por reflexiones ponderadas, sin estar condicionadas por modas, sino más bien inspiradas por ideales, por sueños, y vividas en plena coherencia. Los individuos que se decantan por elecciones de este tipo presentan en general caracteres muy fuertes, son sin duda personas carismáticas con los que no es frecuente coincidir. Se muestran muy distintos de quienes no están dispuestos a enfrentarse a dificultades e incógnitas, renunciando a las ventajas de una vida aparentemente más fácil. 

Pero este verano conocí a una persona muy especial que a lo largo de su vida ha demostrado con extraordinaria coherencia la valentía de seguir lo que resultaba consecuente con su filosofía como arquitecto y como hombre, prefiriendo a la vida de ciudad, con sus oportunidades y facilidades, la solitud del desierto. Michael P. Johnson es, como alguien lo ha definido “una de esas especies en vía de extinción, uno de los últimos representantes de esos artistas que jamás han trazado una línea entre su vida y su trabajo, que practican la arquitectura basándose en fuertes códigos éticos y convicciones personales”, Aris Georges. 
Le caracteriza un aspecto físico fascinante, es altísimo, desarticulado y con una larga melena blanquísima, y desencadena un intenso magnetismo sobre todo por la amabilidad con la que actúa y por la energía que emana y logra transmitir.

Sin embargo no es solo la decisión poco común que ha tomado, sino la vida que ha vivido, lo que hace de él un hombre que no se puede pretender describir en pocas líneas. Es importante repasar algunas etapas de su existencia para conocer las influencias que han tenido un papel importante en la formación de su personalidad. Su padre era militar y al ser licenciado tras la II Guerra Mundial se traslada con toda la familia a Wisconsin. Sin duda representa una figura de primaria trascendencia en el desarrollo y el crecimiento educativo del pequeño Michael. Por ejemplo cuando el hijo tenía solo 10 años, le hacía leer cada día cinco artículos que él seleccionaba en el periódico, y a continuación los discutían juntos, contribuyendo así a que el niño madurara creándole una conciencia política y social, además del gusto por la lectura. Estos intereses se convertirán con el paso del tiempo en auténticas pasiones constantes que lo acompañan siempre. Michael es un ávido lector y se apasiona además a la poesía, la teología y la matemática, desarrollando ese espíritu fuertemente racional que marcará toda la narrativa de sus obras. 

Son los años de la Beat Generation, movimiento juvenil que en los años ’50, en EE.UU. encuentra su expresión rebelándose a las imposiciones y tabúes de una sociedad conformista y materialista. Las formas de protesta atacan el militarismo, la segregación racial y de aquellos que viven en condiciones de inferioridad. En la literatura destacan figuras como Jack Kerouac, Allen Ginsberg, Charles Bukowski y William S.Burroughs, que se convierten en símbolos del descontento y de la aspiración a abrirnos más a las necesidades de nuestro mundo interior. Un profundo sentido de la justicia social lleva a Johnson a participar activamente en los movimientos que luchan por los derechos civiles y el deseo de llevar una vida más coherente con sus exigencias de espiritualidad hace que se establezca en un pequeño pueblo cerca del desierto, “lleno de caballos, hippies y Harleys…cowboys…gente de pelo largo y túnicas ondeantes…artistas y personas independientes”. 

Cuando era un joven arquitecto de apenas 30 años, las ideas visionarias del colega y filósofo Paolo Soleri provocarán en él una enorme fascinación, convenciéndolo a unirse a él en la meseta desértica de Arizona donde estaba ocupado en la construcción de la ciudad de Arcosanti, basada en los conceptos de la ‘arcología’ (arquitectura y ecología). Ambos comparten la idea y las consecuentes deducciones de la necesidad de preservar el hábitat natural y reducir el uso de recursos energéticos, lo que hará surgir entre ellos una larga amistad y un amor por el desierto que para Michael durará toda la vida.

En lo referente al ámbito profesional, Johnson, que había sido alumno de Frank Lloyd Wright, inicialmente en sus primeras obras siente toda la fascinación e influencia de la arquitectura orgánica del maestro, decantándose por materiales naturales como la piedra, la madera y el yeso. En cualquier caso siempre procura, como él mismo dice, ‘desnudar’ el estilo de Wright hasta llegar a la expresión del Movimiento Moderno de Mies van der Rohe y Walter Gropius, encontrando una perfecta consonancia entre los principios teóricos proclamados por la arquitectura racional y funcional, y sus ideales sociales. Al procurar la integración con el ambiente a base de líneas sencillas, llegará a preferir la estética del hierro y el cristal, y su durabilidad.  

Johnson conserva los ideales de un tiempo, los de una generación bastante original y creativa que soñaba con lograr un mundo más feliz y espontáneo, más en sintonía con la naturaleza, por lo que decide vivir en la niebla del desierto de Arizona, en Cave Creek, aislado del caos de la metrópoli. En el desierto descubre una fuerte empatía con esta naturaleza dura e inhóspita, árida y esencial, que no concede distracciones pero que ayuda a reflexionar sobre el misterio de nuestra existencia. También encuentra la forma de polarizar la atención de quien se dirige a él para encargarle proyectar una casa, con momentos de lentitud y rara belleza, con sutiles cambios de luz, color y consistencia. Equilibrando geometrías aerodinámicas, adecuadas al paisaje y elaboradas sobre éste, formas austeras, a menudo voladizas, que desafían a la gravedad, bajo el control de decisiones prácticas determinadas por el clima y el ambiente, sus creaciones expresan gracia y elegancia, proporción y escala, influidas por un minimalismo que habla de conciencia ecológica, materiales sostenibles, vida frugal y exquisitez en los detalles.



Cultiva la luz, la comodidad y funcionalidad, la sombra y la ventilación en calidad de elementos que constituyen el tejido interactivo que se mezcla rigurosamente con el ADN de su ética. Proyecto residenciales como las casas Ellsworth, Parr, Bradley y Yoder incluyen gestos fuertes y sutiles que dialogan con el paisaje mediante el uso de un lenguaje ecológico, que impresionan por la potencia de su pureza y linealidad, por el contraste entre la materialidad y la ligereza. A menudo han sido elegidas para proyectos de ambientación de sesiones fotográficas de objetos, ‘por su audaz sencillez, sus proporciones equilibradas y por las elegantes superficies industriales’, exentas de ornamentación, capaces por su carácter esencial de crear fondos y plataformas absolutamente neutras, que no interfieren sino que ayudan en la lectura de las piezas de arte elegidas. El coste de construcción del exterior no debe superar, según las ideas de Johnson, el de los interiores, que libres de decorativismo y en su mayoría monocromáticos, con predilección por el blanco, exaltan la vastedad del espacio y acogen sin jerarquías de composición instantes de gusto personal del cliente.

Rígido en su enfoque de respeto por el medioambiente, con el fin de vivir con coherencia una vida ecológica y no sólo hablar de ella, Michael recorre en coche los 56 kms que separan Cave Creek de la ciudad de Phoenix, un solo día a la semana, concentrando citas y necesidades y sin dejarse convencer a hacer excepciones. Un ejemplo admirable a seguir precisamente en un momento de crisis ecológica, que requiere sin duda algunos sacrificios y renuncias por parte de todos nosotros.

Virginia Cucchi

Credits: 
Michael P. Johnson: https://www.mpjstudio.com/


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