25-01-2022

URBANISMO TÁCTICO - LA CALLE

URBANISMO TATTICO,

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<strong>URBANISMO TÁCTICO - LA CALLE</strong><br />
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Mayo 1968, cientos de jóvenes se manifiestan por las calles de París. Un jesuita, Michel de Certeau, estudioso de historia, antropología y psicoanálisis, que no quiere deslegitimar por el hecho de pertenecer a una orden religiosa lo que cree que está sucediendo por un motivo justo, escribe: “Voces jamás oídas nos han transformado”. Nunca había sucedido que se viera una protesta tan intensamente colectiva: el descontento de los estudiantes codo a codo con el del mundo obrero, ambas realidades unidas para ayudarse y sostenerse mutuamente. De Certeau escucha esas voces que resuenan por todas partes llenando los barrios y las fábricas, y le impactan enormemente estas voces que de repente se expresan con semejante unanimidad. Le parece que es la primera vez y, a pesar de que la difusión de la insatisfacción general se manifestaba con animosidad, él se siente entusiasmado viendo en este movimiento que quiere hacerse escuchar “la experiencia directa de la democracia” con todas las consecuencias que implica, "la necesidad de un pensamiento crítico, la legitimidad de una participación general creadora y responsable, la reivindicación de la autonomía y de la autogestión, y también la fiesta de la libertad – el poder de la imaginación y celebración poética …”, confirmada por una pintada que se veía entonces por las paredes y sonaba casi como un eco en sintonía con su pensamiento, “La poesía está en las calles”.

El filósofo francés, un intelectual de lo más interesante y eclético, había subrayado a menudo que las ‘estrategias’ usadas por el sistema y las ideologías dominantes obligaban a los ciudadanos a una vida de adaptación que no se ajustaba a las exigencias reales, llevándoles a adoptar, no siempre conscientemente ‘tácticas’ para eludir y remodelar aquellas imposiciones que no tenían en cuenta las necesidades circunstanciales. A partir de pequeñas iniciativas cotidianas realizadas de forma individual para rodear la incompetencia, a veces se puede llegar a auténticos cambios si la acción se hace más generalizada. En su volumen ‘La invención de lo cotidiano’ de Certeau dedicó un espacio al planeamiento urbanístico. Esa página blanca en la que los expertos, en colaboración con gobiernos y entes institucionales, condensan y representan de forma esquemática una proyección que “hace legible la complejidad de la ciudad y petrifica en un texto transparente su opaca movilidad”, responde a los preceptos de una planificación abstracta que prescinde de los “estratos semánticos” que constituyen el vocabulario de una auténtica lectura. Esta autoridad de la ciudad determinada por un proceso vertical genera apropiaciones inesperadas, "golpes logrados, preciosos recursos, estratagemas de caza, múltiples simulaciones, descubrimientos afortunados de naturaleza poética o militar” y en 2015 el urbanista Mike Lydon en colaboración con su colega proyectista Anthony García publica “Tactical Urbanism: Short-term Action for Long-term Change”, un libro que versa sobre estas micro-obras que algunos definen de ‘bricolaje’, y que logran, habiéndolo ya demostrado, aportar mejoras urbanas concretas.

Situaciones problemáticas, vacíos y espacios a la ‘espera’, disfuncionalidades generadas por la lentitud de algunos procedimientos burocráticos, son los motivos principales que provocan este tipo de enfoque en sus distintas declinaciones: temporal, imprevisto, de guerrilla, no solicitado, táctico, informal, bricolaje, pop-up, no planificado, participativo, micro o de sistema abierto; y que se identifican por ser actuaciones provisionales, asequibles y a escala limitada, y por el hecho de que cuentan con la implicación activa de los participantes locales. Esfuerzos que utilizando estrategias interesantes implementan tácticas ajenas a las prácticas convencionales y que consiguen desencadenar, independientemente de su carácter puntual y provisional, una multiplicación de efectos positivos y en los mejores casos sensibilizar la atención de las instituciones administrativas sobre situaciones ‘opacas’, haciendo las ciudades más sostenibles, accesibles e inclusivas. Son pequeñas ideas que, al adquirir consistencia gracias a un interés concreto por el propio ambiente de vida, e impulsadas por el deseo de mejorarlo, muchas veces llegan a colmar carencias y a provocar trasformaciones importantes.

Son muchísimos los ejemplos de acciones espontáneas que se pueden considerar parte de este movimiento, proyectos que se plasman para hacer suceder cosas por un interés común y afectan a las más variadas ‘grietas’ urbanas: situaciones de degradación, de peligro, circunstancias fruto de un desarrollo apresurado e insensible que causa malestar y marginación. Las ciudades son obras en permanente construcción, se ha dicho, y estas acciones de rectificación emergen con modalidades y tendencias que nos sorprenden por su sencillez y originalidad, como sucedió hace unos diez años con un proyecto de guerrilla en Raleigh, una población de Carolina del Norte. Durante una noche de invierno un estudiante licenciado en urbanística, Matt Tomasulo, con la complicidad de dos amigos y amparados por la oscuridad y la lluvia, cuelga en los principales cruces de Raleigh unos treinta carteles resistentes a la intemperie, con flechas de dirección, indicación de los minutos de recorrido y el relativo código QR para llegar a pie a varios destinos. La iniciativa tenía como objetivo promover una vida más sana y la movilidad peatonal. Pretendía modificar una incorrecta y difundida percepción detectada en una encuesta, según la cual casi nadie se animaba a desplazarse de uno a otro punto porque pensaban que estaban demasiado lejos. Esta modesta campaña no autorizada logró sumar un índice de participación cívica muy alto, y así se convirtió en un programa piloto. 'Walk Raleigh' será imitado en otros países suscitando muchísimo interés.



A parte de la calle, la acera en concreto debería ofrecer espacios y servicios que puedan contribuir a que la gente se detenga y transcurra agradables momentos de relax. En 2005 en una calle del centro de San Francisco, en un barrio gris y sin espacios verdes, un estudio de arte y diseño, Rebar, ideó un minúsculo parque casero. Con un tapete de hierba de 60 m2, un banco y un árbol en maceta cubrieron un espacio de hormigón destinado a aparcamiento, pagando el precio de un coche por dos horas. La instalación obviamente tenía un valor simbólico: la pequeñez del punto verde, resaltada por la enormidad de la zona de alrededor dedicada a párking o a la circulación de vehículos, era una denuncia explícita del poquísimo espacio público que la ciudad reservaba a la socialización, a la salud y al ocio de los ciudadanos. Durante las dos horas que el ticket de aparcamiento les garantizaba, el grupo notó que varias personas aprovecharon el “jardín”, sentándose en el banco a la sombra del árbol. Hicieron fotos y las subieron a internet, desencadenando gran interés y abriendo un debate acerca de la escasez de vegetación pública urbana. ‘Parklet’ pondrá en marcha un evento internacional, un proyecto artístico global, público y participativo lanzado por el mismo estudio Rebar, que invita cada año, el tercer viernes de septiembre, a artistas, activistas y ciudadanos de a pie de todo el mundo a convertir y reprogramar temporalmente zonas de aparcamiento transformándolas en pequeños parques, rincones dedicados al arte y el juego, al activismo y al intercambio social.



El mensaje lanzado por los estudiantes de París en 1968 en favor de una auténtica democracia participativa, "las elecciones no significan nada; vota donde está el poder; nuestro poder está en la calle”, puso en el candelero un elemento que fue y sigue siendo uno de los escenarios con mayor potencial de impacto para actos, digamos subversivos, impulsados por el deseo de cambio. Y a propósito de este elemento, la calle, parece ineludible citar a una mujer que, provocando consensos pero también fuertes polémicas, se ha esforzado mucho para defender un tipo de vida más ‘lenta’ e incentivar las relaciones colectivas en una gran metrópolis."Una de las cosas buenas que nos ha dejado Robert Moses es que asfaltó tanto que ahora hay mucho que podemos recuperar y reutilizar", así empieza Janette Sadik-Khan, que durante seis años, entre 2007 y 2013, fue comisionada de transportes en Nueva York. Esta Jane Jacobs contemporánea que cita a menudo a su inspiradora como el modelo que la condujo a reinventar la calle, afirma con orgullo que combatió para recuperar cientos de hectáreas reservadas a los coches, poniendo en marcha una de las revitalizaciones más radicales y creando espacios que la gente usa con deleite “en lugar de espacios donde la gente solo quería aparcar”.

Desde el boom que caracterizó la posguerra en los años 50, las calles de la ciudad se han ido llenando cada vez de más vehículos. Esta luchadora por la defensa de un espacio urbano compartido en manera más equilibrada entre personas y medios de transporte sostenibles, sostiene que en este último siglo, al multiplicarse la red de carreteras se ha incentivado más a que la gente use el coche. Esto revela una táctica equivocada, que se podría comparar con un parámetro que sugiriese “luchar contra la obesidad usando un cinturón menos estrecho”. Se concentra en remediar estos errores creando más de 600 km de carriles bici, más de 60 plazas peatonales e introduciendo carriles reservados a autobuses rápidos.



Absolutamente convencida de que ”si quieres construir una ciudad mejor puedes empezar haciendo carriles bici”, se esforzó por hacer que la bicicleta se convirtiera en un medio de transporte básico y no simplemente alternativo o marginal, implementando infraestructuras seguras pero además contribuyendo al lanzamiento de Citi Bike, el mayor sistema de bicis compartidas de todo el país. Adoptará también otras iniciativas para demostrar el potencial de la calle, uno de los recursos quizás más valiosos. Como varias veces señaló Jane Jacobs “los contactos en la acera son el pequeño cambio que puede llegar a generar la riqueza de la vida pública de una ciudad”. Pensar en pequeño, con una pizca de imaginación, y con los recursos de que se disponga, serán las características que animarán muchas de sus intervenciones, intencionadamente dirigidas a apropiaciones rápidas, con escasos medios, que pudieran demostrar la reacción de la gente y sobre todo ayudarla a imaginarse los cambios, a irse acostumbrando a entender que "puedes dibujar la ciudad que quieres ver”. Y así, algunas de las zonas asfaltadas más congestionadas, que se podían considerar centros neurálgicos de la circulación, se cierran al tráfico, como Herald Square y Times Square. Y espontáneamente se llenan de sombrillas y mesitas de café gratuitas, o tumbonas, o se realizan micro operaciones de estilo guerrilla, cambios que se ponen en práctica de un día para otro literalmente con poco más que unos botes de pintura, mobiliario urbano temporal como jardineras y conos naranjas de tráfico.



Entre sus ideas, cree que hay que intentar devolverle al ciudadano lo que impropiamente se le ha quitado, y en este sentido hay dos capitales que especialmente la intrigan y la ayudan: Copenhague y Bogotá. Sobre todo ésta última presume de una iniciativa que convirtió un experimento urbano en un modelo que se granjeó la admiración y la emulación en el panorama internacional. En 1974 un grupo de defensores de la bicicleta pilotó en la capital colombiana un programa para cerrar las calles a los coches y abrirlas al ciclismo y al tempo libre. Este loable proyecto puso en marcha ‘La Ciclovía’, un evento que gracias al apoyo entusiasmado de la ciudadanía se convirtió en una de las citas de ocio de masa de mayor éxito en todo el mundo. La protesta unánime contra la proliferación de los coches, la contaminación medioambiental y la escasez de oferta recreativa en Bogotá, logró que el recorrido se ampliara de 20 a 120 km, abierto prácticamente sin interrupciones desde entonces todos los domingos y los días festivos, lo que permite que todos, incluso aquellos que no disponen de un parque cerca de casa, puedan salir a correr, a pasear en bici, a hacer jogging o pasear con el perro, participando en las distintas actividades que se han ido añadiendo por la calle o en los pulmones verdes cercanos, como clases de baile o de yoga.

Tal vez con la esperanza de lograr que suceda algo igualmente mágico, procurando el placer de disfrutar de Nueva York sin coche, Janette Sadik-Khan ha dedicado cientos de hectáreas de espacio a bicicletas y peatones, inaugurando en 2008 las "Summer Streets”, más de 10 km de calles centrales cerradas al tráfico para que la gente pueda utilizarlas como más le apetezca sin correr peligro. Pero quizás su mayor triunfo sea el espíritu de emulación que supo provocar en grandes y pequeñas comunidades que, recurriendo a sus mismas técnicas pop-up, han logrado obtener cambios permanentes. 


Virginia Cucchi 


Credits:

Cover, Parklet 2005, Rebar Studio, San Francisco, CA, Photo Wiki/Public Domain
01-09: Parklets 2014, INTERSTICE Architect, San Francisco, CA, Photo of Cesar Rubio - courtesy of v2com / FN Archive
10, Tactical Urbanism, Pop-Up bike lane Photo/flickr Nick Falbo CC
11, Tactical Urbanism, Photo/flickr NACTO NY
12, Times Square, NY Wiki/Public Domain
13, Street Seats 2019, Parsons School of Constructed Environments, New York, Photo by Eric Feuster / FN Archive
14, Street Seats 2018, Parsons School of Constructed Environments, New York, Photo by Eric Feuster / FN Archive
15-18, Viva Vancouver, Pop Up, Rain CityBlock by Public Disco, Flickr/Photo: Alison Boulier 
19, 20, 21 Cicolvia, Bogotà, Flickr/Photo Nathaa
23, 24 Apicultura Studio, Milan 
25, Piazza Angilberto, Photo Matteo Cirenei / FN Archive

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