Paused...
Existe un juego de simulación llamado World Game, también conocido como World Peace Game, que fue concebido como una reflexión sobre el hábitat humano que requería que el grupo de participantes, con un inventario exacto de los bienes del planeta, representados gráficamente en un mapa interactivo, intentara, de forma colaborativa, «hacer que el mundo funcionara para el 100 % de la humanidad, en el menor tiempo posible, mediante la cooperación espontánea, sin ofensas ecológicas ni desventajas para nadie». Una visión que abarca la totalidad del planeta en una aspiración de sostenibilidad holística. El autor de este juego interactivo, que data de 1961 y resulta ser terriblemente innovador, ya estaba convencido en aquella época de que el conjunto de altos conocimientos adquiridos, junto con las cantidades de importantes recursos reciclables que se habían extraído de la tierra, había alcanzado un nivel crítico, y que había llegado el momento de abandonar la competencia y adoptar la cooperación como estrategia para una supervivencia óptima. «La guerra está obsoleta» y «el egoísmo no es necesario y de ahora en adelante irracionalizable», declararía este pionero de una nueva forma de pensar a nivel global, Buckminster Fuller, quien, contemplando una concepción sinérgica y ecológica del mundo, estaba profundamente convencido de que cada individuo, como elemento constitutivo e interactivo de un gran mecanismo, tenía la responsabilidad de contribuir a una mayor equidad, ayudando a evitar la superpoblación y la distribución desigual de los recursos globales. El concepto de sinergia, como la acción combinada de diferentes reactivos para un mismo fin, iba a sustentar su filosofía social y de diseño.
A los pródromos trazados por la extraordinaria lección de un hombre que, dotado de una inteligencia y un genio excepcionales, dedicó sus energías a la búsqueda de una gestión equitativa de los recursos materiales en beneficio de toda la humanidad, siguieron las consideraciones medioambientales bastante inéditas de 1966 del economista estadounidense Kenneth Boulding. En 1962 se publicó «Silent Spring», un libro de Rachel Carson, una mujer que, especialmente preocupada por la conservación del medio ambiente, documentando los efectos negativos y contaminantes causados por el uso indiscriminado de los plaguicidas, y que acusaba a la industria química de difundir desinformación, había contribuido a inspirar un movimiento ecologista. Tras esta toma de conciencia que se había extendido por Estados Unidos, centrada en la relación entre el crecimiento económico y el desarrollo y la degradación, cuatro años más tarde se publicaba «The Economics of the Coming Spaceship Earth», el ensayo de Boulding, que, como «economista ecológico pionero», tal y como iba a ser definido, analizaba el sistema ecológico que estaba demostrando tener recursos limitados, lamentando la actitud en la que persistían sus colegas economistas, que seguían pensando y actuando como si la producción, el consumo, la productividad y el PIB fueran la medida suficiente y adecuada del éxito económico, sin intentar adaptarse, no sobrepasándose, a la disponibilidad cada vez más limitada que ofrecía el medio ambiente.
'World Game', conosciuto anche come ‘World Peace Game’.1961. Buckminster Fuller.
Según el autor, se está produciendo un largo proceso de transición en la forma en que las personas perciben el contexto en el que viven. Mientras que en el pasado, ante situaciones de peligro o dificultad, recurría invariablemente al desplazamiento, imaginando la superficie de la Tierra como un plano prácticamente ilimitado, poco a poco ha tenido que aceptar la idea de una tierra esférica y una esfera cerrada. Una condición que requiere principios económicos diferentes a los aplicados en la tierra abierta del pasado. De lo que se denomina, por amor de lo pintoresco, «una economía cowboy», que hace un uso ilimitado de las riquezas naturales y de la eliminación de los residuos, es decir, dictada por principios exclusivamente expansionistas, «siendo el cowboy el símbolo de las llanuras interminables y asociado también al comportamiento temerario, explotador, romántico y violento propio de las sociedades abiertas», se está pasando a la economía cerrada del futuro, que también podría llamarse economía «espacial», comparando la Tierra con una única nave espacial, «sin reservas ilimitadas de nada, ni para la extracción ni para la contaminación, y en la que, por lo tanto, el hombre debe encontrar su lugar en un sistema ecológico cíclico capaz de reproducir continuamente la forma material aunque no pueda sustraerse a los aportes energéticos». Si en el primer caso el consumo se considera un bien y la producción también, en la economía espacial su éxito depende del mantenimiento de los stocks y «cualquier cambio tecnológico que tenga como resultado el mantenimiento de un stock total determinado con un rendimiento reducido (es decir, menor producción y consumo) es claramente una ganancia».
El concepto de bienestar, en la interpretación subjetiva, puede tener facetas muy diferentes, para algunos consiste en el exceso, sin preocuparse del abuso en detrimento de la posteridad, para Boulding «el bienestar del individuo depende de la medida en que pueda identificarse con los demás», para él «la identidad individual más satisfactoria es la que se identifica no solo con una comunidad en el espacio, sino también con una comunidad que se extiende en el tiempo desde el pasado hasta el futuro. Si se reconoce que este tipo de identidad es deseable, entonces la posteridad tiene voz, aunque no tenga voto».
A partir de la primera mitad del siglo XX, la producción industrial se expandió y las muestras de preocupación y los gritos de alarma en defensa de la degradación del medio ambiente se hicieron cada vez más insistentes.También surgieron varias escuelas de pensamiento que, aunque de manera diferente, abrazaban la causa, activando posibles remedios para frenar el problema. En 1987, la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo publicó el informe solicitado por su entonces presidenta, la noruega Gro Harlem Brundtland, conocido generalmente como «Our Common Future». La definición de sostenibilidad no es la primera vez que se aborda, pero en esta ocasión, la preocupación es por cómo evolucionarán las cosas en un futuro próximo. Parece que las preocupaciones de Kenneth Boulding, que se esforzó tan fervientemente en dejar claro que no preocuparse por lo que será, con la ilusión de que no nos afecta, es una actitud provocada por una grave miopía, ética, moral y terriblemente equivocada, si aceptamos que somos parte integrante de una sociedad, como es igualmente intolerable que las medidas políticas pongan siempre pretextos de cierta urgencia para no priorizar las acciones urgentes que atañen precisamente a ese mañana continuamente aplazado. El desarrollo sostenible se define por primera vez en esta ocasión como «un desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer las suyas propias».
Las ruinosas consecuencias causadas por un sistema de consumo que se ha alimentado del despilfarro de la obsolescencia programada, específicamente diseñada para provocar incesantes incentivos a la novedad y al cambio, exigen remedios que solo pueden esperarse de actitudes de mayor responsabilidad y, sobre todo, de mayor implicación en el destino reservado a los hijos de nuestros hijos. Gro Harlem Brundtland, que creció en una familia que la animó a creer que las mujeres pueden lograr exactamente las mismas cosas que los hombres y alcanzar las mismas metas, siempre ha estado comprometida con el medio ambiente y fue la primera mujer y la persona más joven en ocupar el cargo de primera ministra en el gobierno noruego. El informe que encargó hace hincapié en otro aspecto crucial y decisivo: las numerosas crisis a las que se enfrenta el planeta son crisis interconectadas, elementos de una única crisis global, y la planificación institucional es indispensable y debe ser iniciada por todos los gobiernos y comunidades para el bien común. En resumen, el crecimiento sostenible es el resultado de un esfuerzo colectivo. Los expertos que trabajaban en alternativas de reparación en aquellos años se inclinaban por limitar la prevención de residuos a los procesos de producción, sin reutilización posterior de los productos.
Fue un arquitecto suizo, Walter Stahel, quien se opuso a esta idea, señalando que restringir el uso de los bienes «de la cuna a la tumba» no era realmente una solución sostenible, sino que debía pensarse en cambio en un ciclo «de la cuna a la cuna». Fue a principios de la década de los 2000 cuando otro arquitecto estadounidense, William McDonough, en colaboración con un químico alemán, Michael Braungart, publicó «Cradle to Cradle: Remaking the way we make things», a todos los efectos un libro manifiesto de la circularidad actual de la producción. Se fomenta la fabricación de productos, recomendando que se tenga claro el objetivo del upcycling antes de iniciar cualquier tratamiento, y sigue una división de los productos, al final de su ciclo de vida útil, en «nutrientes biológicos», que pueden reintroducirse en el medio ambiente, o «nutrientes técnicos», destinados a permanecer dentro de ciclos industriales de circuito cerrado.
'Cradle to Cradle'. Foto di Wiki/Public Domain.
Estas diferentes etapas han llevado a una posición de la que no hay vuelta atrás: ha llegado el momento, apelando a diferentes estrategias, de planificar una vida útil lo más larga posible y de diseñar para regenerar valor, evitando la obsolescencia que hasta ahora ha llevado al vertido.«Extraer, producir, usar y tirar» son los principios que han impulsado esta ruinosa lógica consumista, que nos ha llevado, debido principalmente a la producción de energía para la actividad industrial y el transporte, a una grave contaminación atmosférica, con importantes perjuicios para nuestra salud, y al recalentamiento de la atmósfera, con esos ruinosos efectos que ya se están manifestando y que, si no se hace nada, desgraciadamente se amplificarán. Abordar el problema con seriedad significa, por supuesto, replantear el famoso «business must go on» de acuerdo con unas expectativas más morales, que no deben detenerse, pero tampoco deben jugarse de forma unilateral. La sostenibilidad en este punto resulta insuficiente si no se prevé, planificando una continuidad de vida para el producto, y si cada uno de los individuos no es apoyado por la voluntad unánime de toda la comunidad. La economía circular es la nueva frontera, un programa codiciado y desafiante con consecuencias positivas de larga duración que podría responder a una descarbonización efectiva.
Reducir, reutilizar y reciclar son las 3 palabras clave que resumen el plan en el que se basa su filosofía, para garantizar un ciclo de producción capaz de generar más valor. En 2015, la Comisión Europea fijó una serie de objetivos que debían alcanzarse para 2030, y en 2019 elaboró un plan de economía verde con el «Green Deal», que pretende transformar a Europa para 2050 «en una sociedad de impacto climático cero, justa y próspera, con una economía moderna, eficiente en el uso de los recursos y competitiva». Entre los cinco sectores identificados como prioritarios para acelerar la transición se incluye el de la construcción y la demolición. Aunque los arquitectos se esfuerzan cada vez más por diseñar de forma que se preserve y respete el medio ambiente y se busquen las condiciones esenciales para el bienestar, la arquitectura es una industria que nace y evoluciona con graves repercusiones en el ecosistema. La construcción implica un enorme uso de los recursos y una emisión igualmente importante de CO2 (dióxido de carbono), por no hablar de la carga que supone la demolición de las estructuras existentes en el lugar debido a la eliminación de enormes cantidades de escombros.
Adoptando un cambio de perspectiva que, dejando de lado el enfoque tradicional, tenga como objetivo último el de maximizar los recursos optimizando el metabolismo del producto arquitectónico, será posible diseñar de forma que la cantidad de material utilizado no aumente con el tiempo, al igual que la necesidad de transportarlo. Esta visión de diseño a largo plazo, que es sin duda uno de los motores fundamentales para lograr un cambio real, supone también la activación de una cadena, que parece ser muy amplia, representada por todos los actores, públicos y privados, que participan en el proceso de construcción. Coordinar toda la llamada «cadena de valor» no es ciertamente una tarea fácil. Se está intentando aplicarla gradualmente y el tiempo seguramente afinará las etapas y los pasos. Las técnicas de construcción innovadoras, la experimentación y el uso de materiales de extraordinario rendimiento están allanando este camino, que parece imprescindible recorrer.
Virginia Cucchi
Créditos:
Fotos:
Cover: Circolarità, diagramma. Foto/Public Domain
01- 04: 'World Game', conosciuto anche come ‘World Peace Game’.1961. Buckminster Fuller.
05 : 'Cradle to Cradle', Circolarità, diagramma. Wiki/Public Domain
06: Edward Howel, Foto/Unsplash
07: Joshua Rawson Harris/Unsplash