20-07-2021
PAPER ARCHITECTS
Ilya Utkin, Alexander Brodsky ,
Paper Architecture,
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Un grupo de jóvenes arquitectos visionarios, recién licenciados por el Instituto de Arquitectura de Moscú, decidió fundar un movimiento propio, proponiendo una situación que no les daba la posibilidad para afirmar su voz. Se dedicaron en cuerpo y alma a una investigación para buscar una forma que les permitiera evitar las limitaciones degradantes de un aparato burocrático que tan gravosamente sofocaba sus aspiraciones artísticas. La uniformidad formal que contemplaba la estética comunista penalizaba a todo aquel que se apartara de ella, obligando a respetar los cánones de construcción establecidos, que exigían una construcción rápida y barata de edificios, evitando la mano de obra especializada y sin preocuparse por los usuarios y sus exigencias. Para contrastarla, concibieron una estrategia de insurrección difícil de descifrar, hecha de alusiones inteligibles solo a las miradas atentas y sobre todo con una gran preparación intelectual y cultural. Como han escrito en un hermoso libro dedicado a dos de ellos, hay que considerar su trabajo en papel como la respuesta a "una escuálida escena profesional en la que se erigían, y no siempre, solo edificios carentes de arte, mal concebidos, diluidos a través de numerosas capas burocráticas y construidos con materiales pobres por peones no capacitados”.
El colectivo radical e informal, en principio formado por Michael Belov, Alexander Brodsky e Ilya Utkin, Mikhail Filippov, Nadia Bronzova y Yuri Avvakumov, lentamente llegó a más de 50 miembros y en los años 80 logró afirmarse como la nueva generación progresista de artistas y diseñadores que desafiaban el status quo con el virtuosismo de sus manos. Conseguirán alcanzar una visibilidad global gracias a la participación activa en concursos internacionales, especialmente en Japón, en la instalación de exposiciones o con varios artículos y publicaciones que sintetizaban su arquitectura ecléctica y abstracta, que representaban su principal medio de divulgación. En 1981 obtienen su primera victoria en un concurso japonés, seguida por una exposición en 1984 en la reciente redacción de una revista en Moscú que atraerá la atención del público, gracias a lo cual logran su primera instalación en el extranjero en 1986. Como alguien afirmará “... la falta de estructura física logra afirmar el carácter efímero de ‘Paper Architecture’. En una época en la que la arquitectura o las obras de arquitectura se erigían para derruirse con la misma facilidad, hay algo muy potente en lo que no se ha realizado: su fortaleza ideológica inmortalizada para siempre en el papel”. Para sobrevivir al sovietismo y no renunciar a su independencia, aceptaron no construir nada que no reflejara sus ideales y no pudiera definirse con razón obra suya. Por eso se apelaron a otro valor que el papel sugiere emblemáticamente, además del estrictamente relacionado con la representación figurativa, dirigiendo la invitación a traducir sus diseños estupendos y estimulantes utilizando un idioma especialmente sofisticado e intelectualmente rebuscado, el que pertenece a la pura reflexión filosófica.
Una pareja de estudiantes que se conocieron en la universidad, Alexander Brodsky e Ilya Utkin, encontrará una singular forma de colaboración, coordinando en una sola y maravillosa sinergia los extraordinarios talentos de que ambos estaban dotados. Trabajando como dúo, dedicarán meses enteros a la incisión de elaboradas placas de cobre de las que nacen aguafuertes increíbles que, con la pátina antigua de algunas estampas del pasado, dejan filtrar un eclecticismo exuberante e inteligente que no tenía nada que ver con el utilitarismo imperante, opaco e impersonal. La técnica de la incisión, como Alexander revelará más adelante en una entrevista, permitía excavar, una cualidad muy importante, que trasmitía la maravillosa sensación de un espacio con gran profundidad que iba más allá del papel. Con audacia retratan paisajes urbanos espectaculares, escenarios atestados con contaminaciones de lo más extravagantes, referencias reproducidas de forma casi maníaca, tomados de la mitología clásica o intuiciones visionarias conectadas con un mundo de ciencia ficción, mosaicos versátiles de lo más habilidosos donde estructuras industriales primitivas conviven junto a antiguos monumentos o torres constructivistas. Ciudades fantásticas que germinan en caóticas metrópolis o dentro de aglomerados excesivamente compactos, donde “personajes solitarios en posiciones precarias que intentan llegar a destinos desconocidos…figuras que en soledad procuran encontrar un equilibrio entre la individualidad y la causa común” denuncian el fracaso de las ideologías soviéticas, demostrando como las ciudades se transforman en ambientes de aislamiento y alienación.
Ronald Feldman, el dueño de una famosa galería de Nueva York, hipnotizado y fascinado por sus creaciones, instalará una exposición en América que obtiene un éxito excepcional, situándoles en el candelero de la cultura occidental. Como escribirá refiriéndose a sus obras, “la arquitectura se presentaba como un teatro, creaba un contexto para el espectador que le permitía entrever la arquitectura como vida…una combinación de Piranesi y Pirandello, integrados con la historia, el teatro, y la literatura rusa”. En un mundo que parecía carente de cualquier hálito creativo vital ambos artistas lanzan un mensaje que esperan sea comprendido por los demás: "Seguimos pensando de forma original, respirando nuestra creatividad dentro de vuestras cajas de cemento muertas”. Y precisamente estas ‘cajas’ claustrofóbicas, caracterizadas por una triste, gris y anónima repetitividad, se repiten a menudo en sus dibujos, ofreciendo la ocasión para expresar la profunda contrariedad que nutren por estas cajas que encierran herméticamente tanta tristeza y no ofrecen un tipo de vida que todos se merecen tener. Alexander e Ilya suelen acompañar sus obras con inscripciones y frases, y en su aguafuerte ‘Dwelling House of Winnie-the-Pooh’ hacen referencia al libro que había hecho soñar sobre todo a Alexander durante su infancia. Sus textos subrayan que las personas en una gran ciudad moderna, como la de su país, no disponen de tres requisitos fundamentales para sentirse felices. Para empezar,“pocas ventanas perdidas en un océano de las mismas ventanas en la inmensa fachada de una torre de pisos” no pueden hacernos pensar esta es mi casa, y todos “se sienten frustrados“ porque “les encantaría añadir algo que diferenciara sus viviendas y que las hiciera distintas de todas las demás”. Para terminar no hay “lugares especialmente queridos junto a los que cada uno querría vivir”. El hombre se siente aislado, sin el consuelo de referencias propias. No logra sentir pertenecer a una auténtica comunidad, al igual que se han anulado su intimidad y su individualidad.
El libro de A.A. Milne había inspirado siempre al pequeño Alexander, sugiriéndole una imagen muy distinta y confortante de la ciudad. El paisaje que había alimentado en su mente se adaptaba al divertido mapa de los animales que vivían alegres en los árboles del bosque. “En cierto modo veía la vida en una gran ciudad como la vida en el bosque”, recordará. “Conoces algunas calles y algunos lugares, conoces el camino para ir a ver a tu amigo, a otro amigo, hay una cantidad, a veces una cantidad muy grande, de itinerarios que usas. Y esto me recuerda una casita, otra casita y el bosque”. Una idealización que no podía reflejarse en la planificación urbana alienante de su ciudad natal, Moscú, donde solo se podía tomar constancia de la total falta de un ambiente familiar y de un anonimato penetrante y descarnado. Las técnicas de la arquitectura industrializada con su multiplicidad de volúmenes todos exactamente iguales, habían despojado las calles soviéticas de antiguos edificios del pasado, destruyendo enteros barrios histórico y de este terrible malestar nacen los enormes mausoleos de hormigón de los dos arquitectos-artistas de la serie ‘Colombaria’, en los que como si fueran urnas con las cenizas de los difuntos, se conservan los viejos edificios amenazados de destrucción, “amontonados en estanterías como una especie de escaparate de curiosidades”. No parece solo tratarse de un intento para conservar fachadas públicas exteriores sino que, al representar en una especie de mezcla confusa situaciones públicas y privadas, parece bastante clara la referencia a la vivienda comunitaria, grandes apartamentos que antaño eran de los pudientes y que luego se poblaron densamente, compartidos por muchas familias con sus miserables pertenencias.
La vivienda requisada y compartida, que según la revolución bolchevique y en nombre de un total comunismo de bienes, debía celebrar el abandono de cualquier deseo egoísta, había convertido la vida de todos en algo especialmente desagradable y difícil, sofocando por completo la intimidad y extendiendo también al ámbito privado las formas de vigilancia en vigor un poco por todas partes. A Brodsky y Utkin les apena especialmente que la casa, vivida nostálgicamente como lugar de la infancia, pleno de recuerdos, haya sido aniquilada por el terror que provocaba el estalinismo, sin permitir siquiera conservar fotografías de aquellos que habían sido indicados como subversivos del sistema. Quien ocupa una casa debe proteger los recuerdos, debe ser “como un conservador incluso un comisario”. La casa se convierte así en una alegoría de la memoria, esa memoria que Milan Kundera, unos años antes desde el exilio en su “The Book of Laughter and Forgetting”, definía el más importante acto de resistencia contra el peligro del control ejercido por ideologías radicales: "la lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido".
En “The Ship of Fools”, ”La nave de los necios’, podemos leer la síntesis de otro aspecto de la experiencia autobiográfica de los dos autores, que se pueden reconocer como autorretratos, a punto de enfrentarse a un viaje por el mar en “alegre compañía de sus amigos”. La barquita pequeña y poco equipada fácilmente permite presagiar por su tamaño los riesgos que deberán superar entre tempestades y corrientes peligrosísimas. La evocación metafórica de las amenazas a las que se exponen es evidente: “estos pasajeros no son solo soñadores: forman parte de una auténtica resistencia. Asumen expresiones valientes, su futuro es incierto”. Estas “fábulas arquitectónicas en papel”, como se han denominado, han contado mediante preciosos, exquisitos aguafuertes monocromáticos esta larga historia difícil y dolorosa, una decisión muy audaz, constelada de grandes sacrificios y renuncias pero que, al contrario de otras muchas que no tuvieron un final feliz, ha sido coronada con el éxito que merecía.
Virginia Cucchi
Credits:
Paper Architects :
Images of Alexander Brodsky & Ilya Utkin / Courtesy of Alexander Brodsky
Ronald Feldman Gallery : https://feldmangallery.com/