22-02-2022

HOMELESSNESS

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<strong>HOMELESSNESS</strong>
John Cary, arquitecto y escritor, y sobre todo activista, concentra sus energías en promover una arquitectura capaz de aportar dignidad' a personas que viven marginadas y en condiciones de extrema dificultad, un estigma que aflige gravemente a esta sociedad nuestra. Director ejecutivo durante varios años de Public Architecture, una organización sin ánimo de lucro fundada en 2002 en San Francisco, en 2005 participa en un pequeño proyecto que obtendrá amplia resonancia. Dicha organización había sido fundada para estimular, mediante el programa '1% Solution', a los estudios de arquitectura y diseño del país a dedicar este irrisorio porcentaje de sus horas facturables en favor de trabajos de interés público. Una documentalista local, Anna Fitch, se puso en contacto con su agencia con una sugerencia que gustará y recibirá plena adhesión. La idea propuesta consistía en construir en solo 6 semanas, a tiempo para el Día mundial del ambiente de las Naciones Unidas, una casa demostrativa temporal realizada totalmente con materiales reciclados, grabando las distintas etapas de la elaboración que luego se transmitirán en el National Geographic Channel. Gracias a un grupo de voluntarios que componían un equipo de lo más heterogéneo, formado por estudiantes y profesionales del sector, la iniciativa se pone en marcha y entre retrasos y contratiempos llega a su conclusión en el plazo establecido.

La realización, ScrapHouse, logra sorprender por el ingenio de las soluciones aplicadas: paredes revestidas con fragmentos de chapa y señales de tráfico, suelos a base de puertas de madera maciza de desechos o cubiertos con retales de piel y restos de tapicerías. Todo lo que se pueda recuperar en puntos verdes o depósitos de chatarra, o pongan a disposición entes públicos, encuentra una colocación atractiva. El resultado final es especialmente brillante, un extravagante collage de piezas que de otra forma hubieran quedado inutilizadas, posee una fuerza catalizadora desde el punto de vista estético, logrando hacer destacar una serie de posibilidades y a lanzar desafíos que se acercan al ámbito de la bioconstrucción y el reciclado, pero que logra trasmitir también valores que transcienden el de la sostenibilidad medioambiental, como la importancia de una acción colectiva que, animada por una intención común, llega a una demostración tan significativa como ésta.

A pesar de ser modesta, la empresa es bastante provocativa y Cary se siente satisfecho, pero en un artículo que escribirá más tarde confiesa que durante mucho tiempo tuvo una sensación de amargura, por no decir casi de vergüenza. La casa no pudo ser utilizada para ofrecer abrigo en una ciudad donde cada noche, como él mismo afirma, cientos o miles de indigentes duermen por la calle o en refugios. El problema que entristece a Cary es un azote antiguo que atormenta especialmente los centros de las ciudades más ricas y más pobladas, y en estos 15 años transcurridos desde sus reflexiones, la cuestión de una casa para todos se ha agravado sin duda alguna, demostrando que lo que siempre se ha considerado un derecho en la mayoría de los países del mundo, está profundamente amenazado. Además, hemos padecido esta terrible epidemia que ha afectado a todos, poniendo a dura prueba la situación económica de casi todos, y transformando en dramática la de los más frágiles. Las profundas injusticias dentro de nuestra sociedad se han puesto en evidencia de forma exponencial, exigiendo cada vez con mayor urgencia que se abandone la abstracción de las palabras para dedicarse más a hechos concretos. Es hora de que frente a tanto sufrimiento la demagogia deje paso a intentos efectivos que respondan física y dignamente a estas exigencias apremiantes.

Sean Godsell en los comienzos de su profesión, que él siempre ha considerado de alta implicación social, propone en 1985 ‘Future Shack’, un prototipo que aprovecha las ventajas de la universalidad del container, y sugiere que se produzcan en serie como casas de emergencia fácilmente reubicables y que satisfacen una amplia gama de necesidades primarias, pudiendo utilizarse en situaciones generadas por desastres naturales o como alojamientos temporales. Melbourne, considerada como una de las ciudades más vivibles del mundo, en aquella época parece haberse "convertido en epicentro de personas sin hogar” y Godsell, al asistir a este empeoramiento gradual, se siente impulsado a poner en marcha un programa de ayuda cuyo objetivo es adaptar los elementos estáticos del mobiliario urbano transformándolos en parte dinámica del tejido ciudadano. Un banco que durante el día sirve de asiento en el parque, se adapta a la doble función de casa durante la noche añadiéndole un tejado elevable resistente a la intemperie, y equipada con un kit de supervivencia, al igual que la marquesina del autobús ‘Bus Shelter House, cuando el transporte público se interrumpe. Estos tres prototipos autofinanciados reciben opiniones elogiosas por parte de la crítica y el modelo de 'Future Shack’, que recibió una mención especial del Presidente del American Institute of Architects, se exhibe en el Cooper Hewitt Design Museum del Smithsonian Institute en Nueva York.

Sin embargo, desde el punto de vista de la realización, que era el objetivo al que verdaderamente aspiraba el joven arquitecto, estas acciones sencillas y baratas sin pretensión de convertirse en algo definitivo, no les gustan a las autoridades que se encargan del planeamiento, quizás porque subrayando que no se hayan encontrado formas más decorosas de enfrentarse a las numerosas y penosas miserias humanas y resolverlas provoca un gran embarazo. El arquitecto, cuyo temperamento es tenaz, irónico y anticonvencional, se siente especialmente frustrado por el inmovilismo gobernativo, por lo que se lanza a una acción original y provocadora a partes iguales, presentando su ‘Park Bench House’ a la selección del premio Best House del Australian Institute of Architects. Un gesto dictado por el deseo de ennoblecer una realización modesta que no recogió la consideración merecida y que no logró provocar la responsabilidad social debida. No faltaron reacciones de indignación e intentos por desacreditar el auténtico significado de la iniciativa, declarándola un clamoroso intento autorreferencial en busca de publicidad, pero aparte de estos comentarios injustificados, el humilde banco del parque desencadena una nutrida serie de propuestas igualmente creativas y filantrópicas por parte de otros diseñadores. No podemos esperarnos que los arquitectos resuelvan el problema de la falta de un techo para todos. Pero como justamente declara Godsell al final de este camino largo, pesado y a la vez emblemático de las adversidades y discordias de las que está constelado, “lo que necesitamos es modificar los paradigmas, hace falta un cambio social, no arquitectónico”.

Los bancos cinéticos de Godsell convertibles en camastros nocturnos con algo de luz y un mínimo de comodidad, son propuestas que por varios motivos se consideraron poco apropiadas por parte de las autoridades, y así se han quedado o incluso peor. Una serie de medidas que forman parte de la arquitectura pública definida como 'hostil', o 'defensiva', ideadas como disuasivas para frenar comportamientos vandálicos han provocado un malestar incluso mayor, en la miserable existencia de quienes buscan refugio en un parque o por la calle. Sin intención de proponerse como una alternativa al alojamiento en centros de acogida o en refugios nocturnos, sino pensados como amparos térmicos temporales, para prevenir las muertes por hipotermia en las noches de invierno más rígidas, surgen dos proyectos de la dedicación de otros proyectistas: 'Iglou' y 'Ulmer Nest'. Ambos prototipos, un iglú pop-up, plegable y ligero, realizado en espuma de polietileno y hojas de aluminio de doble capa, fácil de transportar y montar, y 'una vaina para dormir' de madera y metal pintado, cerrado y aislado, alimentado por energía solar, hacen espera que se pueda propagar una red de estos nidos antihelada, cálidas moradas individuales, diseminadas por los parques y en otros lugares necesarios de la ciudad.



Desde aquellos primeros intentos de sensibilización que se han mencionado y se remontan a hace más de 30 años, todavía no se ha logrado una respuesta global que logre dar respuesta permanente, y en la mayor parte de los casos, decorosa, a esta realidad que no ceja de ir en aumento. En Europa estamos hablando de más de 700 mil personas, que lamentablemente crecen drásticamente, que se ven obligadas a vivir en la calle: el Parlamento Europeo ha pedido a la Comisión europea que elabore para 2030 estrategias nacionales que aseguren financiaciones y que adopten por unanimidad el modelo 'housing first', (lo primero la vivienda) que, al contrario de enfoques más 'tradicionales', tiene como objetivo trasladar a las personas sin hogar a alojamientos permanentes lo más rápidamente posible. Se habla de moradas dignas y posiblemente independientes: una perspectiva deseable que, a pesar de las diferencias sustanciales que caracterizan a los estados miembros, choca con una condición que todos tienen en común: la imposibilidad de precios asequibles que permitan realizar formas de acogida que no marginen a sus residentes a zonas desoladas y sin servicios.

Algunos arquitectos, visto el coste cada vez más prohibitivo del terreno en las grandes metrópolis y la drástica reducción de suelo edificable, han pensado utilizar esos muros verticales laterales, carentes de ventanas de los edificios, y recuperar así cientos de hectáreas de ‘superficie’ disponible. James Furzer fue tal vez uno de los primeros en proponer ya hace varios años este tipo de experimento de vivienda modular, bastante visionaria, basada en mini cápsulas para dormir de madera o materiales reciclados con estructuras ligeras de acero, fijadas con un par de zunchos metálicos en los muros externos de las casas londinenses, elevándolas por encima de la calle y a las que se accede por escaleras retráctiles. Refugios minúsculos para una persona que puede pasar la noche en un lugar seguro y reparado.

Adoptando el mismo sistema ‘parasitario’ el arquitecto noruego Andreas Tjeldflaat de Framlab idea un interesante esquema de colmena, económico, flexible y fácil de montar y desmontar. La ciudad de Nueva York ha alcanzado los niveles más altos de gente sin hogar y no es fácil ofrecer espacios seguros, limpios y cómodos a estas personas menos afortunadas. Se calcula que cada noche más de 61.000 personas duermen en los refugios y otros miles por las calles, en el metro y en otros espacios públicos. El proyecto experimental ‘Shelter with Dignity, SwD, previsto para 'lotes verticales' en muros inactivos “procura capitalizar en esta 'superficie vertical'". Se compone de celdas modulares hexagonales con una estructura portante ligera, que se enganchan en un sencillo andamiaje, y que una junto a otra, forman micro-barrios suspendidos. El arquitecto deseando mejorar la resiliencia social y medioambiental, aprovecha los sistemas de proyectación más flexibles y baratos: las unidades prefabricadas, caparazones exteriores de acero y aluminio oxidado para poder estar expuestos a condiciones meteorológicas distintas, con interiores revestidos de madera contrachapada, espacios cálidos y placenteros, acogedores, aislados y bien ventilados. Los módulos imprimidos en 3D permiten integrar en un mínimo espacios lo necesario pensado a medida.


Virginia Cucchi

Credits:

ScrapHouse, John Cary
Park Bench House & Future Shack, Sean Godsell, Photo Earl Carter
Igloo, Geoffroy De Reynal
Shelter with Dignity, SwD, Andreas Tjeldflaat di Framlab

Cover, “Who’s next. Homelessness, Architecture and the City”, Exhibition at Technical University of Munich / FN Archive
01, Photo by Rockinrita/FlickrCC
02, Photo by KSPhoto/FlickrCC

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