03-08-2021

GIACOMO COSTA 

Giacomo Costa,

Este año, para la Bienal de Arquitectura de Venecia fueron invitados a exponer en el Pabellón Italia artistas pertenecientes a los más variados sectores, volviendo a encender una polémica, que quizás nunca fue apagada y que a partir de los años ’60 algunos movimientos de grupos radicales habían alimentado, que objetaba la ortodoxia disciplinar difundida de una arquitectura que, con sus estilos expresivos rígidos, se negaba a aceptar un proceso de comunicación que se adecuara a las transformaciones que, tanto en la realidad urbana como en la sociedad del momento, se estaban viviendo.



<strong>GIACOMO COSTA </strong><br />
Paused...
Este año, para la Bienal de Arquitectura de Venecia fueron invitados a exponer en el Pabellón Italia artistas pertenecientes a los más variados sectores, volviendo a encender una polémica, que quizás nunca fue apagada y que a partir de los años ’60 algunos movimientos de grupos radicales habían alimentado, que objetaba la ortodoxia disciplinar difundida de una arquitectura que, con sus estilos expresivos rígidos, se negaba a aceptar un proceso de comunicación que se adecuara a las transformaciones que, tanto en la realidad urbana como en la sociedad del momento, se estaban viviendo. El estilo narrativo de Alessandro Melis, no compartido sino criticado y obstaculizado por un cierto número de colegas, nos hace comprender que, a pesar de que haya pasado medio silgo, la cuestión sigue abierta y aún sin resolver. El esfuerzo de hablar a una comunidad en constante cambio de la manera más completa y objetiva posible ha llevado a una decisión que, utilizando una gama lo más variada de lenguajes expresivos no ha querido excluir a aquellos de masa, desde las historietas y el cine hasta los videojuegos y la música, abrazando también géneros poco conocidos y más radicales. Una situación crítica como esta que estamos viviendo, asfixiados por la presión de los graves problemas climáticos y ambientales, imponía optar por una exposición que, en su polifonía, pudiese hacer llegar su mensaje a la globalidad. El proyecto de Melis, un arquitecto que ha centrado su trabajo en la transdisciplinariedad, naturalmente no podía excluir la ciencia como lenguaje complementario y focalizar sus metodologías innovadoras que, como sucede en un laboratorio, manejasen el caso-estudio de la amenaza que se cierne sobre nuestro planeta, reuniendo en un esfuerzo común las experimentaciones individuales, tratando de hallar una ‘resiliencia’, que también podría llamarse simplemente ‘supervivencia’. Y si alguien percibe un cierto ‘elitismo’, suena, a mi parecer, no apropiado, porque por la forma en que se ha concebido la colección resulta de lo más heterogénea y bastante exhaustiva. La mezcla de competencias recibe en su respetuoso y generoso abrazo tanto al arte como a la ciencia y, con una sinérgica colaboración extendida se propone sugerir posiciones creíbles y generar reflexiones.
 
La ciudad, con la contaminación que produce y el crecimiento desproporcional que se prevé, es el centro de esta reflexión a la que ofrecen su aportación, extremadamente significativa, artistas eminentes que, con el fuerte impacto gráfico de sus realizaciones, tienen la capacidad de sensibilizar a un público más amplio y, sobre todo, más joven. Sirviéndose de representaciones, que han hecho del contexto urbano el sujeto primario de sus narraciones, han tejido historias en las que han sabido integrar la extraordinaria emocionalidad con un relato muy importante desde el punto de vista ambiental y social. Ambientaciones, a veces inspiradas en la literatura perteneciente al mundo de la ciencia ficción y del ‘cyberpunk’, con mucha frecuencia consideradas simplemente producto de la fantasía, pero que han derribado nuestra reticencia cuando nos hemos visto en los maravillosos escenarios que han creado.

 

Atmosfere Series. 'Atmosfera n.18'. Giacomo Costa. 

Es con una fuerza especial, yo diría catalizadora, que las poderosas y provocadoras imágenes fuera de escala de Giacomo Costa, refinadas elaboraciones digitales de la fotografía que confinan con la verdadera pintura, capturan emocionalmente con sus propuestas urbanas con fragmentos de paisajes, que el autor no pretende imponer como previsiones catastróficas sino como planteamientos que surgen del actual modelo de desarrollo que ve gravemente comprometida la interacción entre el hombre y el medio ambiente. Se despliegan como demostraciones de una exigencia latente, cada vez más apremiante, una desazón que hay que compartir con el resto de la humanidad por la necesidad de comprender que el rumbo que se ha tomado, hacia donde estamos avanzando, es sin lugar a dudas el rumbo equivocado. Yo diría que el camino artístico de Costa es inescindible del camino que fue tomado por decisión propia y posteriormente abandonado por necesidad. Aunque, al poseer como característica propia una buena dosis de auto ironía por lo que resta peso a lo sucedido, la nueva aventura que deberá enfrentar le provocará muchas frustraciones que incidirán profundamente en las decisiones que representarán el comienzo de una auténtica carrera. Habiendo dejado un ambiente que satisfacía sus ideales, que prefería la introspección y se basaba en códigos morales de respeto y solidaridad, experimentará una fuerte sensación de extrañeza hacia lo que le reservará la nueva cotidianidad metropolitana.
 
Desde los primeros años de su adolescencia había manifestado una cierta negativa a las imposiciones, a los esquemas rígidos, que no aceptaba y que, tras un intento de seguir una carrera, temeraria pero también llena de emociones y liberatoria como la de motociclista, seguirá otras dos actividades que desde siempre le habían apasionado. Se refugiará en los Alpes, donde permanecerá por bastante tiempo dedicándose a las escaladas y a la fotografía, un viejo amor que en esa época tendrá carácter comercial y aficionado, y que le permitirá mantenerse. Lamentablemente sufrirá un accidente y se verá además obligado a prestar servicio militar que, aunque lo cumplirá realizando actividades de voluntariado civil, lo obligará a un regreso forzado a Florencia, su ciudad natal. Cada vez más inquieto e inconforme, no logra aceptar la idea de bienestar y progreso que predomina en los centros en los que la densidad demográfica contrasta con el triste aislamiento al que las personas parecen condenadas en parte por los inaceptables ritmos de la cotidianidad y, en parte, por la paradoxal avidez que ha llevado a olvidar los lazos de colaboración espontánea, que eran tan normales cuando en compañía de un grupo de amigos se decidía organizar cordadas en las que se experimentaba el entusiasmo compartido de ayudarse unos con otros para intentar alcanzar una cima particularmente difícil y aspirada.
  Atmosfere Series. 'Atmosfera n.8'. Giacomo Costa.

No comparte este progreso tan aclamado y difundido y, a través de una lenta gestación madurará la idea de cómo atestiguar las aberrantes consecuencias que una voz interior le estaba sugiriendo. Sucederá un día que, llegando a Milán y experimentando con mayor intensidad de lo habitual la sensación de estar casi asfixiado, aplastado y oprimido por el hacinamiento de una multitud de casas adosadas las unas a las otras, que tomará la decisión que representará el punto de partida de su obra artística. Tras haber transcurrido varios años casi como un eremita, en contacto con la naturaleza incontaminada, no logra soportar la sensación de falta de aire y de esta condición casi claustrofóbica nace su &squo;Agglomerato n.° 1’, el primero de una larga serie de trabajos centrados en composiciones densas, aparentes collages hechos de la aglomeración de altos edificios imaginarios, presentados intencionalmente con la perspectiva distorsionada para transmitir el efecto de esa ansiedad y de ese malestar desorientador que lo había asaltado.
 
La reinterpretación del espacio urbano a través de la fotografía reelaborada le ofrece un soporte visual sumamente eficaz para expresar y transmitir sus estados de ánimo y, los fotomontajes, como los de &squo;Agglomerati’, obtenidos con medios bastante comunes tales como, retoques con Photoshop, gradualmente han sido reemplazados por clones fotográficos más elaborados. El lenguaje se afina cada vez más haciendo recurso a sofisticadas herramientas digitales y softwares que han sido ideados para la arquitectura y el cine. Tecnologías 3D que le permiten, abandonando progresivamente el uso de texturas fotográficas más no el concepto intrínseco de la disciplina, trabajar sobre diferentes planos, en espacios virtuales y con efectos especiales que lo llevan a convertirse en el demiurgo de composiciones especialmente estudiadas, vertiginosas perspectivas cada vez más futurísticas que, sacando el mejor provecho de la tridimensionalidad, confieren una veracidad impresionante a los mundos surreales que viven en su imaginario y que se concretizan con la ilusoria fuerza hiperrealista de una toma fotográfica. Toda presunción o pronóstico se ven legitimados por la profusa abundancia de elementos y por la obsesiva y meticulosa atención puesta en el cuidado de los detalles. El complejo procedimiento de construcción virtual no se limita a la sola búsqueda formal en sí, sino que responde a finalidades bien precisas: la intención es capturar la atención del público engañándolo y seduciéndolo, para transmitirle de modo más convincente el mensaje.
  Amante de la ciencia ficción, es con el mismo espíritu de algunas escenografías creadas para las adaptaciones cinematográficas pertenecientes a este género, que sublima sus percepciones, sus miedos y sus obsesiones respecto de un futuro que podría reservarnos mucho dolor si el comportamiento obtuso y autorreferencial de quien se siente autorizado a dominarlo todo no cambia. La ciudad se descontextualiza y metafóricamente demuestra, cual personificación emblemática del hombre, las consecuencias fruto de la arrogante prepotencia e insaciable avidez que ha provocado. La arquitectura, parte integrante de esta escenografía, bellísima y aberrante, que asciende vertiginosamente hacia la conquista del cielo, constantemente priva de la presencia humana, ha sido elegida como símbolo de una real y verdadera anti-ética urbana. A veces se ve enfatizada en su monumental huella y colosal empresa de conquista, con presencias inquietantes, oscuros e impersonales elementos modulares obsesivamente repetidos, y otras, sucumbe como un cúmulo de ruinas devoradas con rapacidad por inmensas raíces, víctima de una naturaleza que parece haberse tomado la revancha sobre el cemento y esos pobres, míseros restos de destrucción. Su narración constituye el fulcro en este relato de degeneración progresiva. El hombre parece estar completamente ausente, son estos escenarios, espeluznantes y ruinosos, los que lo representan, representan sus comportamientos y recuerdan su infame obra.

Escalar y vivir en la montaña, en la fuerza de sus manifestaciones, ha dado a Costa una lección que debería recibir el resto de la humanidad, para recordarle a cada quien la propia vulnerabilidad y fragilidad. Sentirse omnipotentes nos hace cometer errores irreparables, como el de querer reducir todo al deseo propio. La idea de supremacía, alimentada en el hombre sobre todo por los progresos de la tecnología, en variadas ocasiones ha puesto en evidencia los lados débiles y oscuros, demostrando que es preciso ser más pacientes y reflexivos, concediéndose, antes y exultar, un cierto tiempo para evaluar el éxito o el fracaso de las conquistas, que quizás podrían revelarse más bien errores. Si se piensa, no es la primera vez que se vive una consecuencia dramática provocada por la tecnología sublimada. El desastre de Chernóbil y el inmenso impacto ambiental causado por la contaminación atmosférica, ha dejado una huella prácticamente indeleble en los recuerdos de este artista, que con frecuencia propone la espectral desolación de espacios olvidados y en total abandono, lentamente devorados por la acción corrosiva de la oxidación y repletos de esqueletos de armaduras de hierro, almas de estos restos en descomposición, de los que sobresalen vigas y tirantes oxidados como si recorrieran visualmente la zona en la Ucrania actual apremiada por el violento episodio nuclear de 1986.

No se trata solamente del tratamiento irrespetuoso, que envenena el ambiente y a la vez hace de nosotros víctimas ignaras, ni de la acción predatoria que ha reducido un patrimonio ya casi exhausto, es más bien el estilo de vida mismo impuesto por algunas concentraciones metropolitanas, privadas de la posibilidad de relacionarse con el verde y la naturaleza, que debería llevarnos a reconsiderar el progreso, que quizás ha alterado de forma bastante desequilibrada esa relación vital que debería existir entre el hombre y su entorno natural. La acepción de ‘ bienestar’ es sin lugar a dudas subjetiva, sin embargo, las ventajas y los peligros son bastante evidentes y deben sopesarse con una cierta objetividad. Y si tenemos derechos, también tenemos responsabilidades, y debemos evitar el transformar lo que es lícito en abusos ilegítimos que puedan repercutirse peligrosamente en quienes pagarán por ello, aunque sean víctimas inocentes. La naturaleza responde a reglas que no se someten fácilmente a las imposiciones que quisieran controlarla o incluso alterarla, y la desequilibrada relación que se observa sobre todo en las inhumanas megalópolis termina siendo un real y verdadero conflicto con resultados alternados de ganadores y vencidos. ‘Scena n.° 21’, una de las tantas secuencias pertenecientes a la colección homónima, concebida para la X Bienal de Arquitectura de Venecia de 2006, demuestra la temible, incontenible rebelión que la contraparte natural está por asestar bajo forma de gigantescos diques que, con la amenaza de explotar, prometen inundar y arrasar con todo y sin ninguna posibilidad de supervivencia.
  En 2009 ‘Private Gardens ’, han instalado un largo pasillo para la Bienal de Arte de Venecia inaugurando una búsqueda que, centrándose en la naturaleza, la muestra como la reina soberana, indetenible y avanzando hacia la conquista predatoria urbana. En una progresión de intenso lirismo poético, pero también aterrador y terrible deterioro, aparecen retratados espacios íntimos y privados, tales como, patios y jardines, invadidos por un caótico, impenetrable, tupido desorden vegetal, dejado libre de expresarse por el abandono de quien ya no puede más, cuadros con un encanto mágico por esta nueva y reencontrada virginidad. El reino vegetal continúa su triunfante venganza en las vistas urbanas de la serie ‘Plants’, donde algunos árboles sobrevivientes han superado con dimensiones anómalas las inmensas alturas de las construcciones, elevándose cuales signos totémicos, símbolos de la nueva divinidad imperante.
  Plants Series, 'Plants n. 2'. Giacomo Costa. 

Continuando con Venecia, en el contexto de la Bienal de Arquitectura, en la edición actual Costa participa nuevamente en el evento, y es en el Pabellón Italia que sus transgresivos medios pictóricos y la sensibilidad especial que lo distinguen muestran los catastróficos eventos que pesan sobre nuestras ciudades, en las relaciones sociales y aquellas con el mundo vegetal, causados por patrones de comportamiento triunfalistas que no admiten la humildad de reconocer los límites y las derrotas. También en el pasado ha sabido poner en evidencia y anticipar con creces un problema que posteriormente ha polarizado la atención de los científicos y los investigadores, como Norman Foster explicara en 2008, un coleccionista y seguidor de su obra, en el prefacio que le dedicó en ocasión en la publicación de ‘The Chronicles of Time’, reseña monográfica de los primeros doce años de su producción artística. El famoso arquitecto declaró haber quedado particularmente impresionado por la profundidad de la inspiración, inclusive superior a su dominio intachable de la técnica, por no decir perfecto, unánimemente reconocido, y por algunas previsiones que precisamente en ese mismo año serían avaladas por una interesante coincidencia. El tema referente a la densidad urbana, leitmotiv principal y recurrente de todas sus obras, consiguió el debido reconocimiento por haberse registrado, por primera vez en la historia de la civilización humana, una mayoría de población en las ciudades, que en base a las estadísticas llevaba a pronosticar que habría alcanzado el 70% en 2050. Y ha añadido, cual invitación a la reflexión: “las imágenes de Giacomo Costa, con sus perspectivas infinitas y horizontes sin fin, son como las ruinas de una civilización perdida, que podría ser la nuestra. Gracias a esta fuerte visión nos recuerdan sobre todo la fragilidad de nuestro mundo artificial y los conceptos cívicos que lo han sostenido hasta ahora”.
 
Elementi Series, 'Elemento n.2'. Giacomo Costa. 17th Venice Architecture Biennale in 2021. 

No es casualidad cuando las coincidencias se repiten, y ese silencio ensordecedor que domina algunas arquitecturas monumentales de la reciente serie ‘Elementi’, parte del recorrido ideado y deseado por Alessandro Melis, demuestra el silencio y la desoladora ausencia de vida que ha provocado precisamente durante estos meses otra funesta calamidad tristemente pronosticada. Es realmente inquietante encontrarse frente a estos enormes cuadros que nos rebasan con su tamaño y que, rodeando con una espesa niebla las construcciones crean momentos de angustiante suspensión y espera frente a un preludio, que no logramos comprender con precisión cómo evolucionará y que en cualquier caso parece no dar cabida a los pronósticos optimistas. Pero el autor de estas potenciales y apocalípticas acciones autodestructivas evita tomarse demasiado en serio y prefiere no sentirse identificado, a causa de lo grave de los problemas que explora con su arte, como un profeta del fin del mundo. Desdramatiza y, aunque no le creemos, dice que confía en un cambio, en la posibilidad de que la humanidad pueda arrepentirse y decidirse a cambiar de ruta.


Virginia Cucchi  

Credits:

Giacomo Costa : http://www.giacomocosta.com/full/

×
×

Manténgase en contacto con los protagonistas de la arquitectura, Suscríbase al boletín de Floornature