Con la exposición ‘Réseaux-Mondes’, el centro artístico y cultural en pleno corazón de París abre un debate multidisciplinar sobre el tema que más identifica a nuestra época, el de las redes. Un grupo de sesenta artistas, diseñadores y arquitectos las exploran e interpretan.
La de veces que nos lo hemos preguntado cuando nos sentimos vigilados, encauzados, vinculados con las redes que se superponen en nuestras vidas en varios niveles – las redes sociales, las webs, los rastreos: ¿estamos conectados o es una trampa? En una París que vuelve a reconocerse en sus puntos de reunión social, desde los bistrós a las plazas, desde los jardines a los museos, he buscado, y quizás encontrado en el Centre Pompidou una respuesta a esta interrogación, visitando la exposición ‘Réseaux-Mondes’. Instalada en la Galería 4 hasta el 25 de abril y comisariada por Marie-Ange Brayer y Olivier Zeitoun, es la quinta cita de ‘Mutations/Créations’, programa de investigación sobre la contemporaneidad que se puso en marcha en 2017. Propone una mirada de amplio espectro sobre el fenómeno de las redes – informáticas pero no solo éstas – gracias a la contribución de sesenta diseñadores, artistas y arquitectos.
El objetivo de la exposición es extenso y complejo: entender por qué las redes son tan decisivas, cómo condicionan nuestra existencia, qué consecuencias tienen sobre la identidad de nuestro tiempo. Como siempre, cuando se trata de creatividad, conviene reflexionar e informarse, pero también dar cabida a las sensaciones del inconsciente y de las emociones, a las que las obras expuestas están principalmente dirigidas. Con esta predisposición empiezo el recorrido de ‘Réseaux-Mondes’, que los comisarios han subdividido en cuatro áreas temáticas. La primera, sobre la Red Global, introduce los primeros indicios de concienciación sobre la existencia de las redes, cuando las identificaron algunos estudiosos y artistas pioneros a partir de los años 50. El concepto de ‘pueblo global’, introducido por Marshall McLuhan en 1964, se traduce en un proyecto utópico a manos de Constant, uno de los fundadores del grupo CoBrA, implicado desde 1956 y durante los 18 años siguientes en el desarrollo de un proyecto de pueblo global evolutivo e interconectado, denominado New Babylon. Se expone la maqueta de uno de los lugares de intercambio de esta gran red que Constant imaginaba: el centro Spatiovore, una estación con aspecto de concha destinada a acoger a la humanidad migrante en sus continuas peregrinaciones por el globo.
La fulminante y genial utopía de Constant se transforma en inquietud en la segunda sección dedicada a la Crítica de las Redes, que indaga las derivaciones de vigilancia y control que han surgido en la última década. Captura mi atención el vídeo Human Synth de Mika Tajima, que reproduce espirales azuladas de humo sobre fondo negro. Nada poético: la obra representa las emociones expresadas por los usuarios de la plataforma Twitter en París, que un algoritmo transforma en espirales de humo más o menos intensas, más o menos rápidas, dependiendo de su manifestación en tiempo real. Es posible, por lo tanto, demuestra Tajima, leer y predecir los comportamientos colectivos (y en cierto modo, dirigirlos). La elección de transformarlos en humo asume tintes místicos y arcaicos que evocan el incienso de los altares o las señales utilizadas por los pueblos primitivos para comunicarse.
Entro a continuación en la tercera área dedicada al tema Nudos y Retículos, con obras más funcionales y concretas que en su pragmatismo es como si mitigaran las perspectivas inquietantes de la sección anterior. Las redes tienen utilidad y poseen una belleza intrínseca, parecen afirmar los autores de las obras expuestas en esta sección, como la divertida Node Chair del diseñador británico Daniel Widrig, una silla impresa en 3D y revestida de bronce, cuya estructura está formada por un gigantesco cordel trenzado en cadeneta, como el punto del ganchillo. O como la gran mesa Alga-Vannerie, en la que el diseñador francés Samuel Tomatis plasma el resultado de sus investigaciones sobre la transformación de algas nocivas e invasivas en una materia prima duradera destinada a la producción. Y la presenta aplicada con técnicas tradicionales de trenzado típicas de los artesanos de Guadalupe.
Me adentro, para terminar, en la última y más intrigante sección, que se concentra en la Red de los seres vivos: en el centro del espacio, se despliega Flylight, una instalación que encanta y sorprende. Gracias a un sensor electrónico y a un algoritmo, cientos de cápsulas de cristal suspendidas en la sala se iluminan reproduciendo el comportamiento de una bandada de pájaros, ejemplo natural de inteligencia colectiva y autoorganizada en una red. Mediante una experiencia de inmersión los holandeses DRIFT invitan a los visitantes a que experimenten cómo la red puede ser útil y protectora, si está finalizada a proteger la comunidad que la crea y la utiliza.
Antonella Galli
Captions
1-3, 6, 11, 14-16: Courtesy Centre Pompidou, Photo Bertrands Prévost
4: Constant, Spatiovore, Photo Courtesy J.C. Planchet, Centre Pompidou – Mnam-Cci / Dist. Rmn-Gp e Fondation Constant
5: Mika Tajima: Psycho Graphics, Kayne Griffin Corcoran, Los Angeles. Courtesy of the artist, Kayne Griffin Corcoran (Los Angeles), Taro Nasu (Tokyo)
7: DRIFT (Lonneke Gordijn & Ralph Nauta), Flylight, Courtesy Carpenters Workshop Gallery e Studio DRIFT. Photo Gert-Jan van Rooij, Stedelijk Museum Amsterdam
8: Richard Vijgen, WifiTapestry 2.0, Courtesy of the artist
9: EcologicStudio (Claudia Pasquero & Marco Poletto), GAN-Physarum, Courtesy Rc16, Urban Morphogenesis Lab, BPro UD, The Bartlett UCL, 2018
10: Studio Formafantasma, Cambio, Courtesy of the artist
12: Jenna Sutela, Nimiia cétiï, Courtesy of the artist
13: Nicolas Schöffer, Sans titre, Courtesy Collection FRAC Centre-Val de Loire
