23-07-2019

SILENCIO

Silence,

En la tierra ausente de palabras irrumpe el silencio de éxtasis.



SILENCIO
Un amigo de mi padre, un arquitecto que vive en una isla, ha hablado sobre el silencio de una manera realmente invitante y cautivadora. Vivimos en una época en la que la ruidosa realidad urbana, cada vez más difundida, nos lleva a aislarnos, a encontrar nuestros momentos privados, paradójicamente, en los entornos más dispersivos y llenos de gente, como, por ejemplo, el metro, con los audífonos puestos para escuchar música o leer un libro. El silencio, precisamente por su maravillosa rareza, ‘con muchos más significados que los que podría tener un entorno caótico’, asociado a situaciones favorables o relacionado con momentos de sublimación del espíritu, representa un tema digno de comprender y profundizar en el lenguaje arquitectónico. Se trata de una fase importante del proceso creativo, capaz de connotar y de definir la identidad expresiva del producto final, precisamente como en el mundo poético y musical en el que los tiempos de pausa alternados a los sonidos, en una secuencia rítmica, confieren, en función de la duración de las suspensiones, mayor o menor intensidad y fuerza a la composición.

La espera, generalmente de mordacidad y sugestión extrínsecas, nos estimula y nos invita a compartir o a proporcionarnos momentos de reflexión. Cicerone, Quintiliano y Séneca decían que un buen orador no solamente debía saber hablar y ser convincente, sino también callar en el momento apropiado, reconociendo así al silencio y a la decisión de no hablar su característica de arma retórica capaz de intensificar el impacto del mensaje.

Proponiendo silencios seductores, no obras bulliciosas, gigantes inmóviles y permanentes, un proyecto puede representar una experiencia por venir, que no pretende resolver los problemas, que no se impone, sino que escucha. Como dice Elisabeth Diller, del estudio Diller&Scofidio+Renfro, la arquitectura debería considerarse como ‘una manifestación física de las posibilidades de relacionarse de las personas’, ofreciendo propuestas que generen en el público su participación activa y la libertad de disfrutarlas de forma espontánea, independiente de la intención del arquitecto.  Algo así como lo que ha sucedido con el High Line de Nueva York, donde se ha sabido involucrar a los habitantes de modo que se adueñasen realmente del parque, y se generara una participación global, con el objeto de reinventar diariamente y revitalizar esta realidad que se mantuvo abandonada por muchos años.

El silencio puede moldear los elementos arquitectónicos y las formas expresivas que se liberan de éstos y, así como existen trabajos que, escogiendo proponerse silenciosamente, estimulan las contaminaciones, las espontáneas contribuciones externas, existen otros que desean susurrar en nuestros corazones, en los cuales las pausas de silencio constituyen la premisa indispensable para la búsqueda interior, para un conocimiento auténtico y una comprensión que nos llevan a conversar con lo trascendental. 

Luz y silencio pueden llevar a escena danzas de gran significado coreográfico, construyendo ritmos narrativos con una fuerte carga emotiva en la lectura de la obra. Quien la lee, recorre con su caminar, mirada y corazón las secuencias, los juegos sugestivos, los claroscuros, el alternarse de llenos y vacíos, quedando profundamente atrapado por la fascinante seducción de la escenografía. 
El silencio se impone impetuoso. Las vibraciones que produce nos llevan al Om tibetano. Se genera el mismo proceso que, extrayendo a las palabras su significado semántico, les confiere un valor simplemente fonético: el sonido prevalece sobre la simple forma lingüística y una especie de melodía simbólica entra en sintonía con la armonía de los ritmos cósmicos. 

Es la invitación repetida a escuchar que nos hacen algunas construcciones simples, en las que la aparente sencillez, la nada y el espacio vacío enfatizan nuestra experiencia física, induciéndonos a compartir la belleza y el espíritu de la naturaleza a través de la arquitectura. Son proyectos que poseen una fuerza expresiva catalizadora, capaces de sublimar la dimensión espacial material y de hacernos partícipes en un plano espiritual. 
Al eliminar lo superfluo y las interferencias que podrían representar un elemento discordante, estos edificios nos invitan a compartir su silencio y a explorar un camino de búsqueda dentro de nosotros mismos. 
Esto es lo que consigue Tadao Ando, con sus trazos minimalistas, signos gráficos limpios, tan breves que recuerdan a ciertas composiciones poéticas de origen japonés, denominadas ‘haiku’, hechas de pocas palabras y destinadas más bien a transmitir sensaciones que a explicar un concepto. Ando, a través del elemento natural y de una concepción estética de la sensación, logra hallar el punto de contacto con la espiritualidad, ya sea en casas o en iglesias. A través del agua y de la luz recrea y transmite una dimensión del silencio que, desde el plano terreno, trasciende, transfigurándose en la dimensión abstracta del espacio vacío y de la nada. La Iglesia de la Luz y la Iglesia de Tarumi, ambas cristianas, hacen uso precisamente de estos dos elementos naturales, luz y agua, para alcanzar un estado de serenidad, paz y meditación, indispensables para el hombre para comprender el misterio que vive y hallar el camino que lo lleva en contacto con lo sublime. 
 

Credits:
Tadao Ando: http://www.tadao-ando.com/
Images courtesy of Centre Pompidou : 1. Eglise sur l'eau / Church on the Water 1988 Photo Yoshio Shiratori, 2. Eglise de la lumiere / Church of the Light 1989 Photo Mitsuo Matsuoka, 3. Espace de méditation, UNESCO / Meditation Space, UNESCO, 1995 photo Tadao Ando 4. Eglise de la lumiere / Church of the Light 1989 Photo Mitsuo Matsuoka, 7. Maison Koshino agrandissement / Koshino House Addition 1984 photo Tadao Ando, 8. Musee historique de Sayamaik / Sayamaike Historical Museum 2001 Photo Mitsuo Matsuoka, 6-7 Courtesy of Foundation Langen


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